martes, 22 de septiembre de 2009

Llegada, momentos de represión, violencia...

Acerca del domingo 28 de junio de 2009
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Todos y cada uno de los siguientes artículos es la opinión de la redacción de El Inventario y sus colaboradores ante el condenable Golpe de Estado en Honduras.
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Hoy: 06/10/2009
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En vísperas de un posible acuerdo
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Por Manuel Torres Calderón
Periodista de El Inventario

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Se habla mucho de que estamos en vísperas de un acuerdo político, del que se asegura pondrá fin a la crisis actual. Se afirma que será esta semana y se conjetura mucho sobre sus alcances. Puede ser cierto o puede que no lo sea. En todo caso, el sacrificio realizado por el pueblo – las muertes, los atropellos, las detenciones, los abusos, el costo económico y social en estos tres meses de lucha- demanda compromisos efectivos y transparentes. No puede ser un acuerdo que toque sólo los intereses de unos pocos y deje a la deriva los de la mayoría. Al contrario, es precisamente la consideración de los derechos generales lo que debe constituir el criterio adecuado y fundamental para la suscripción de un acuerdo. En ese sentido no se pueden esperar sólo compromisos políticos y electorales en una crisis que también es económica y social. Cuando se deja sola a la política tradicional y sus protagonistas aparecen la corrupción, los intereses particulares y el clientelismo, y se retoman los ingredientes que dan como resultado las decisiones equivocadas.
Conviene recordar que este ha sido un golpe de Estado de un modelo de poder que genera riquezas para unos a costa de crear mayor desigualdad, inequidad y pobreza para otros. El marco legal que se reclama restituir no se limita al retorno de Manuel Zelaya a la Presidencia , sino el que ordena la realización progresiva de los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de toda la sociedad; no de un pequeño sector privilegiado. En esencia se trata de sentar las bases de una transformación real, con pasos y objetivos a corto y mediano plazo. Eso es lo complejo de esta negociación, pero también lo impostergable.
El propósito no debe ser retornar al estatus quo de la Honduras previa al 28 de junio, sino avanzar, o ¿acaso hemos tenido una sociedad tolerante, solidaria, plural, deliberativa, objetiva en el análisis de sus problemas, proponente para enfrentar los desafíos, respetuosa de los derechos de los demás, sincera respecto a los propósitos de nación, reflexiva, abierta a las ideas, donde nos reconocemos los unos a los otros en la misma dimensión de los derechos, con identidad nacional, con sentido de pertenencia, práctica y coherente en el abordaje de nuestros problemas?
El golpe puso en evidencia que la imagen de democracia que proyectábamos como nación no era cierta y que la transición constitucional iniciada en 1982 falló en la construcción de un Estado de Derecho democrático, con una institucionalidad sólida e incluyente. Su ausencia es lo que explica el conflicto, la ruptura del orden constitucional, la confrontación, el irrespeto a los derechos, la decadencia social, la fragmentación y desintegración. Por muy radical que podría haber sido el discurso del Presidente Zelaya, jamás explicaría por sí mismo el estallido social de los pasados meses. Hay mucho cinismo en quienes se asustan de la polarización existente, cuando el modelo de dominación en Honduras se fundamenta precisamente en la ausencia deliberada de cohesión social. Ninguno de los mecanismos clásicos de la cohesión funciona en el país, ni la educación, ni el trabajo, puesto que la carretera de la movilidad social está bloqueada.
Esa desintegración, que asume expresiones ideológicas y políticas concretas, es la que ha ido acumulando grados de tensión e insatisfacción tan altos que de alguna manera explican la fractura extrema que tenemos, y eso es clave recordarlo porque relativiza el papel de los protagonismos personales o de mecanismos de convocatoria colectiva como los procesos electorales.
La crisis de la sociedad hondureña es coyuntural pero también estructural y por eso se revela multidimensional, pero en esencia si no tomamos medidas para empezar a resolver el tema central de las desigualdades, exclusiones e inequidades, cualquier pacto o acuerdo será temporal e inestable. Es más, mientras más alejado estén los arreglos de las raíces del conflicto, más desaprovecharemos esta oportunidad histórica de transformar al país, como ya ocurrió después del impacto del huracán Mitch en 1998.
Las biografías personales de las elites de poder y de las bases sociales en resistencia son tan diferentes, tan disímiles, que la brecha es imposible de cerrar de manera cosmética o superficial. La intensa dinámica de protesta de los últimos cien días no ha sido provocada por una oposición política y social vertebrada, con programas y proyectos claramente identificables e ideológicamente sólidos. Ese tipo de oposición, hasta ahora, no ha existido en el país. La mayoría de los hondureños y hondureñas en resistencia han sido movilizados por una acumulación silenciosa de humillaciones, de abusos en su contra, de frustraciones y esperanzas fallidas, pero también por el deseo de contar con un mejor país. Es la decisión personal que al sumarse a otras se convierte en una decisión social. Esta no es la rebelión que la izquierda tradicional aguardó por años; más bien le ha estallado en sus manos. La palanca que la impulsa es la inconformidad que nace de las injusticias objetivas, las que se palpan cada día en la violación consuetudinaria de los derechos más elementales. Cada quien, a su manera, con mayor o menor grado de entendimiento, anda en la cabeza su propia deuda social por reclamar. Los que combaten este estallido a fuerza de dictadura son, paradójicamente, quienes lo han originado y estimulado, y que niegan reconocer su responsabilidad histórica. El problema es que sin sentido de culpa, tampoco puede existir arrepentimiento y a la mesa de negociaciones acuden pensando que siempre tuvieron la razón y que el pueblo es el equivocado. Esa es la mentalidad que busca ganar tiempo a las elecciones, no resolver la crisis. El Golpe de Estado confirmó que lo verdaderamente pétreo en nuestra sociedad no está en la Constitución , sino la mentalidad de una clase gobernante que se espanta ante el reclamo de cambios y no quiere ceder ni un milímetro de sus privilegios.
Ante ese muro de indiferencia, lo que el pueblo en resistencia ha tratado de impulsar no es ni siquiera una revolución o que le quiten a los ricos sus fortunas; es más bien un reclamo generalizado a favor de la equidad y la justicia, que la institucionalidad funcione y se respete, y que se restablezca la frontera entre lo público y lo privado; que lo público sea público y lo privado; privado. Que la corrupción, en fin, deje de ser la pandemia que desnaturaliza al Estado y pervierte el rumbo de nuestra sociedad. Es la demanda de modernidad política frente al atraso secular. Obviamente, se requiere más de cien días de lucha y nuevos liderazgos para lograrlo; sin embargo, cualquiera sea el contenido del pacto o acuerdo que se llegue a suscribir, Honduras entró a un proceso de revisión de sí misma. Los cuestionamientos son diversos, empezando por los conceptos fundacionales de “patria” y “democracia”. Sólo se puede entender como “patria” el lugar donde se reconocen los derechos y por “democracia” el ejercicio pleno de la ciudadanía. Ahí puede nacer el acuerdo o el desacuerdo, como antes lo ha sido hablar de “golpe” o “sucesión”.
Seguramente no será fácil para la Resistencia –y hablo de su dirección- abordar el tema de estas negociaciones y adoptar las decisiones correctas. Seguro que está viendo al interior de su alianza con otros grupos, precisando sus fortalezas y debilidades, sus grados de coincidencia o desacuerdo (incluyendo el tema electoral), determinando si Mel Zelaya hablará por ella o tendrá su propia voz. No será fácil, además, porque las reuniones ya están en marcha, porque al asumir la representación de muchos tiene que tener un criterio público y porque no hay defensa real de los intereses del pueblo que no sea ética. Es posible que haya quienes afirmen que más que ética lo que debe imperar en la Resistencia es el pragmatismo y que este conflicto debe concluir porque entró a su fase de cansancio, pero se debe desconfiar de quienes hablen así porque lo ético –y vale la reiteración del término – es innegociable; si se pierde ese valor o no se tiene, en cualquier momento el poder compra. El reto es ganar autonomía, crecer como movimiento plural pero con unidad de objetivos y sentar las bases de una nueva convivencia democrática. La que no hemos tenido. Desde la Resistencia nadie quiere un país destruido; al contrario, lo sueña fuerte. Ahí es donde cobra mayor sentido la propuesta de elegir una Constituyente, y también la de contar con una agenda de reformas sustanciales de Estado – un acuerdo político, económico y social- que garanticen previamente que una convocatoria de esa naturaleza no sólo sea posible, sino democrática. El pueblo hondureño quiere un proyecto de país, pero antes de eso reclama cambios concretos que le ayuden a mejorar sus condiciones de vida y refuercen su sentido ciudadano de pertenencia a esta nación de todos y todas.
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Crónica de un arribo y de un escenario cambiante
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Por: Ariel Torres Funes
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Por la mañana del día lunes 21 de septiembre Radio Globo sorprendió a la sociedad hondureña al anunciar que el Presidente Manuel Zelaya se encontraba en las instalaciones de las Naciones Unidas. En cuestión de minutos, miles de personas ya se habían tomado las calles aledañas a la ONU en Tegucigalpa. Aún no se confirmaba la presencia del mandatario, pero antes del mediodía, en Honduras se percibía la sensación que el Golpe de Estado ya se había revertido o estaba a horas de revocarse. Inclusive se mencionó que una cúpula del Ejército había sacado a Micheletti del país por la madrugada.
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En pleno optimismo, el Dr. Almendares, defensor de los derechos humanos, señalaba con acierto, “si este Golpe de Estado se revocó, ahora empezaríamos a enfrentarnos con otra lucha aún más difícil, viene lo más duro, que es la de exigir cambios estructurales a favor de la sociedad”.
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Transcurrieron un par de horas cuando representantes del Partido Liberal anunciaron que el Presidente Zelaya se encontraba a un par de cuadras de la ONU, justamente en la Embajada de Brasil. A pesar que HRN y Radio América se empecinaban en desmentir la información, su presencia ya se había confirmado, la imagen de Zelaya saludando a la Resistencia ya se difundía por el canal Cholusat; por su parte Micheletti, escondiendo su nerviosismo detrás de sonrisas falsas, parecía ser el último en informarse, “es mentira que Manuel Zelaya se encuentra en Tegucigalpa, seguramente él ha de estar muy cómodo en alguna suite de un hotel en Nicaragua, justamente decir que él se encuentra acá es terrorismo mediático; nosotros tenemos inteligencia militar, pleno conocimiento sobre sus movimientos. Muchas gracias, Dios los bendiga, ¡Viva Honduras!”. Para su sorpresa, Manuel Zelaya no estaba en una suite de Managua. Es más, se encontraba a unos 5 kilómetros de la casa presidencial.
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“Después de todo esto, ¿qué pasará ahora con los golpistas? Por ejemplo, ¿qué pasará con un Renato Álvarez?”, se preguntaba un joven frente a la embajada de Brasil. “’ ¿Sabían que Renato anda por las calles con dos patrullas de policías?”, nos comentaba.
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En medio de la conglomeración popular, se difundía la idea que un “contra-Golpe” se había gestado. La ex comisionada de la Policía María Luisa Borjas –quién ha investigado y denunciado los abusos de autoridad por parte de la Policía Nacional, comentaba, “para que haya una restitución en el Ejecutivo tendría que haber habido un Golpe militar interno contra Romeo; yo tengo conocimientos de que hay una parte significativa del Ejército que no está a favor de Romeo y Micheletti”.
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En horas de la tarde, entre unas veinte mil y treinta mil personas se habían instalado frente a la Embajada de Brasil (se esperaba la llegada de los pobladores del interior, que posteriormente se conoció fueron detenidos en las carreteras por los retenes militares); no obstante, el grito unísono de “¡Queremos ver a Mel! ¡Queremos ver a Mel!” provocó que Zelaya saliera por la azotea de la embajada para hacer una improvisada conferencia de prensa. Al ver al mandatario, la gente cambió el “¡Queremos ver a Mel!” por el mensaje “¡Queremos la Constituyente!”. Las palabras públicas del Presidente dieron a entender que no venía exactamente con las garantías que la Resistencia anhelaba, ya que venía a dialogar, que aún no se revocaba el Golpe, pero dejaba claro que su arribo era ya una presión fundamental para lograrlo.
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Por su parte, en sesión extraordinaria desarrollada en Washington, una asamblea urgente de la OEA aprobó una resolución de apoyo al regreso de Zelaya, pidiendo garantías para la seguridad del Presidente, exigiendo una firma inmediata para Micheletti en el Acuerdo de San José y advirtiendo represalias aún más contundentes si el Régimen de Facto reprimía a los manifestantes.
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A las tres y cuarentaicinco, una cadena nacional señalaba que se había impuesto un toque de queda que iniciaría a las cuatro de la tarde y terminaría a las siete de la mañana del martes 22 de septiembre. Horas más tarde se prolongó el horario hasta las seis de la noche del martes. Queda claro, no aplicaron un toque de queda, sino un Estado de Sitio. Inclusive los cuatro aeropuertos del país se cerraron, así como las fronteras terrestres.
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Mientras la Resistencia se mantenía firme en las calles a pesar del toque de queda, en Televicentro, Renato Álvarez entrevistaba a Micheletti. Además de remarcar la necesidad que tienen en llegar a su meta: el 29 de noviembre; el Presidente de Facto señalaba su mensaje preferido: para los golpistas el gran problema detrás de todo el conflicto es Hugo Chávez. Inclusive, en medio de sonrisas, instó a los venezolanos a no obedecer a su gobernante. También se pronunció en contra del gobierno de Brasil, “hemos enviado una solicitud a Brasil donde se les pide que nos entreguen a Zelaya para que lo juzguemos”, “¿Hubo respuesta?”, le consultó Renato, “no, aún no habido respuesta, pero mañana enviaremos a través de la cancillería otra nota”. Respuestas no obtendría, sólo advertencias.
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Transcurría la noche y las calles frente a la Embajada de Brasil permanecían llenas de los manifestantes que ya habían tomado la decisión de no movilizarse a pesar del estado de sitio. El desalojo violento se temía. Ochenta y seis días lo confirmaban.
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Minutos después, de nuevo una cadena nacional. La voz “anónima” que sobre una bandera hondureña anuncia las decisiones del gobierno de facto, culpaba abiertamente a Manuel Zelaya Rosales por las medidas violentas que las FF AA y la Policía Nacional podrían ejercer sobre la sociedad. (Extraño que el Cardenal no se prestó para dar este mensaje; recordemos que fue en esencia el mismo que dio el 4 de julio).
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Entre otras conclusiones, como balance del día, quedó claro que el Acuerdo de San José sigue presentándose como la única vía de resolución del conflicto. No lo olvidemos, un posible pacto que restituiría a Zelaya en el Ejecutivo, pero que también ofrece amnistía para los golpistas y sobre todo, un candado a corto y mediana plazo para la constituyente (dos demandas que se tendrían que visualizar prácticamente innegociables para la Resistencia).
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Así se cerraba la noche en el país; miles de personas despiertas, atentas a no ser víctimas de la represión, un Presidente protegido por unos cientos de metros cuadrados de territorio brasileño en plena Tegucigalpa, un gobierno ingobernable de facto al que le esperan presiones aún más contundentes desde fuera y dentro de Honduras, una represión que incrementa y sobre todo, un país entero sumergido en las consecuencias de esta prisión llamada Golpe de Estado.
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El Escenario cambió
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El sonido del helicóptero de la policía sobrevolando Tegucigalpa desde tempranas horas de la madrugada dejaba claro las intenciones del Gobierno de Facto. Radio Globo y Cholusat fuera del aire. Lo que se temía ya se llevaba a cabo. Las FF AA, junto a la Policía, desalojaban violentamente a los manifestantes que se habían congregado en las cercanías de la Embajada de Brasil. Mientras centenares de militares y policías ejercían un uso excesivo de sus fuerzas, las personas se replegaban, muchos en casas particulares, otros corrían hacia el centro de la ciudad y otros quedaban plenamente expuestos ante los embates de la represión.
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Según destacan algunos medios informativos, tres personas perdieron sus vidas a raíz de los violentos desalojos por la mañana del día martes 22 de septiembre. Entre ellos, un niño de ocho años que se intoxicó ante el gas de las bombas lacrimógenas, aún falta por confirmarlo. Eso sí, la cantidad de lesionados y detenidos no se ha podido cuantificar con exactitud (pero sólo para darse una idea, las FF AA utilizaron el estadio de beisbol como punto de concentración para los detenidos).
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Las instalaciones del Comité de Familiares y Desaparecidos de Honduras (COFADEH), también fueron transgredidas con bombas de gases lacrimógenos por las fuerzas del ejército y la policía. Horas después la presidenta del COFADEH, Bertha Oliva, aseguró en una conferencia telefónica que desde tempranas horas de la mañana se estaban "dando detenciones arbitrarias".
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Mientras las denuncias se acumulaban minuto tras minuto, Micheletti se reunía con representantes de su gobierno y la empresa privada. “Lo que pasó hoy por la mañana se hizo dentro de los términos de la autodefensa –comentó mientras sonreía-, a lo mucho lo que les dejamos fue un chichote por acá y un chichote por aquí”.
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De nuevo cadena nacional: el estado de sitio lo prolongaban hasta las 6 de la mañana del miércoles.
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Ya en horas de la noche el escenario se transformó. La resistencia activa en barrios y colonias de Tegucigalpa surgieron como epicentros continuos de enfrentamientos entre los manifestantes y la policía y efectivos del Ejército Nacional.
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Colonias y barrios como la Centroamérica, El Pedregal, El Chile, El Picachito, La Leona , El Bosque, Barrio Morazán, Las Brisas, Colonia San Francisco, Los Laureles, La Flor del Campo, La Bella Vista, El Hato, La Kennedy, Buenos Aires y muchas más, se convirtieron en “campos de guerra”. En la capital se escuchan disparos y se anunciaban detenciones masivas (solamente en el barrio La Leona se confirmaron más de sesenta detenidos). Importantes bulevares, como el de las Fuerzas Armadas, fueron cortados por focos de resistencia. Escenarios similares de enfrentamiento se repitieron tanto en San Pedro Sula, como en Choluteca.
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Aún falta por confirmar con exactitud, pero algunos reportes han denunciado inclusive más de cuarenta muertes.

No cabe duda que una sublevación está en marcha demandando la restitución del Presidente Manuel Zelaya y la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente.

A pesar de las advertencias internacionales -tanto como las del Presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva- no se descarta que las FF AA intenten allanar la Embajada en donde se encuentra Manuel Zelaya; los estallidos de balas en algunos barrios y aldeas del país persistieron durante toda la noche. Lo que es un hecho precisar, es que el escenario ya se modificó; tanto para la Resistencia como para los golpistas.
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¿Evitemos una Guerra Civil?
Por: José Manuel Torres Funes
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El 21 de septiembre de 2009 el Presidente Zelaya apareció en Tegucigalpa contra todo cálculo del gobierno de facto. Este evento representó una gran victoria social y política de la Resistencia, pues significó que al menos simbólicamente, el Golpe de Estado había sido revocado o estaba en vías de serlo. La gente en las calles comenzó a decir: “hoy sí hay Presidente en el país”.
Al principio se creyó que en algunas horas, el gobierno de Micheletti cedería y que políticamente, Zelaya volvería a asumir la Presidencia. No fue así, y el gobierno de facto, como ha sido su característica desde el 28 de junio, contraviniendo la demanda popular, se aferró aún más a su postura. Lo que ha sucedido a partir del lunes es de conocimiento general: se instauró un estado de sitio (un toque de queda prolongado que apenas tuvo una suspensión temporal el miércoles), se desnaturalizó un estadio deportivo para recluir a los detenidos y se llenaron las celdas de las postas policiales, al mismo tiempo –de manera inédita- comenzaron enfrentamientos espontáneos urbanos y rurales, con un saldo aún no determinado de víctimas fatales y heridos.
En estas condiciones, es cada vez más recurrente la pregunta sobre si el país se encuentra frente a la antesala de una guerra civil – posibilidad que incluso fue advertida anticipadamente por el Presidente Oscar Arias Sánchez- o si efectivamente ya estamos en una escalada interna de violencia generalizada y desigual entre la población civil y el poder militar. La simple posibilidad de que ello ocurra alarma, pero cualquier cosa es posible ya en esta Honduras que se salió del libreto tradicional y donde el pueblo está siendo acorralado.
Según el “Vocabulario técnico y científico de la Política” (Raúl Arlotti, editorial Dunken) la guerra civil significa: “aquella guerra que se realiza entre diferentes zonas geográficas, divisiones políticas o facciones ideológicas dentro de un mismo país. Puede comprender una lucha entre un gobierno establecido y fuerzas antigubernamentales, o puede desarrollarse durante un período intermedio, entre grupos que luchan por alcanzar el poder y la legitimidad como nuevo gobierno”.
Aplicando esa definición a nuestra realidad, Micheletti, sin duda, representa el gobierno ilegítimo establecido, y la Resistencia asume el papel de las fuerzas antigubernamentales. El período intermedio al que se refiere Arlotti comenzó, para los golpistas, antes del 28 de junio y culminará con las elecciones del 29 de noviembre (su meta final y trazada desde un inicio), mientras que para la Resistencia el escenario intermedio parte del 28 de junio, pasa por el restablecimiento en el poder del Presidente Zelaya y llega hasta volver realidad la Asamblea Nacional Constituyente. Los tiempos políticos, por supuesto, no son los tiempos cronológicos normales. Se acortan, se extienden, se ralentizan. Ahora mismo, para los golpistas llegar al 29 de noviembre se ve lejos, muy lejos.
Cualquier analista reconoce, como lo subraya Arlotti, que lo que se disputa es el poder y la legitimidad de ese poder. Eso explica que, lamentablemente, a lo largo de todo este período intermedio comenzó a correr sangre y la situación del país avanza hacía un panorama de más incertidumbre.
Pero, ¿por qué es importante la pregunta sobre si estamos entrando o no a una guerra civil? Porque, dentro de la lógica golpista, es posible que el recrudecimiento de la confrontación encaje dentro de su resucitada doctrina del mal necesario y sigan pensando en ir más lejos de lo que ya han ido. No sería la primera vez que un país, ocurrió en España, consolida una “legalización de una Guerra Civil”, apelando incluso a supuestos argumentos del Derecho Internacional y a una falsa defensa de la soberanía y la constitucionalidad. Eso es lo que posiblemente el Presidente Arias ha temido y que no ha sido comprendido a cabalidad.
En perspectiva, a la luz de los acontecimientos actuales, la comunidad internacional se enfrentará al hecho de que el tema del “Golpe de Estado” sea superado por un atropello aún mayor – en esto los juristas sabrán determinarlo con mayor objetividad- y que le exija una intervención todavía más contundente para evitar un desgarramiento mayor. Ya el juez Baltazar Garzón lo recordó en su reciente comparecencia en Tegucigalpa: los abusos a los derechos humanos son imprescriptibles y hay una supranacionalidad jurídica que los ventila cuando la justicia interna falla.
La advertencia es clara, pero el poder obnubila. Si se entendiera en lugar de suspender las garantías individuales y constitucionales, las medidas que se debieran tomar son garantizar el libre tránsito de los hondureños en el territorio nacional, evitar la supresión de los cortes de energía eléctrica, proteger la libertad de expresión, abrir los aeropuertos y las fronteras, instalar de inmediato servicios médicos y de organismos de derechos humanos, entre otras acciones. Ello si abonaría el camino para una negociación incluyente y legítima, no lo que Carlos López Contreras expuso a nombre de Micheletti la noche del martes y que confirman que la imposición de sanciones contra el gobierno de facto por la comunidad internacional, solamente han “envalentonado” a Micheletti, quien, además, en su empecinamiento, parece desmarcarse de su misma clase política y empresarial con decisiones que los están afectando directamente a ellos. ¿Será que entre ellos no hay más ideólogos que los de la guerra fría? o ¿hasta dónde llegarán en su enfrentamiento?
Dentro de todos estos escenarios, la comunidad internacional coincide con la presión interna encabezada por la Resistencia a favor de la restitución de Zelaya como paso indispensable para encontrar acuerdos, lo que todavía no se sabe, y es otra pregunta que debería contestarse en las próximas horas, es si a la comunidad internacional le interesa contribuir a resolver la crisis de fondo del país o sólo ésta que consideran coyuntural. Ya conjurar una guerra civil es fundamental, pero el país está expuesto a crisis cíclicas más profundas si no hay cambios estructurales de fondo. La democracia no puede convivir con tanta pobreza y desigualdad.
Todo ese espíritu de sublevación y defensa que se ha mostrado en barrios, colonias y comunidades ratifica que las heridas sociales y de clase son muy profundas. Se dice que en El Hatillo una colonia en la que hasta el momento han “convivido” un sector pobre y un privilegiado , miembros de la Resistencia pusieron retenes para evitar el paso de los “ricos” y “golpistas” a sus casas de habitación. Eso no tenía registros históricos previos. Solo los muy ciegos pueden negar que el nivel de inconformidad y desigualdad que ha vivido el pueblo hondureño durante décadas, comienza a encontrar en este período, un punto de quiebre, que hace palpable la idea de que más adelante, hayan insurrecciones más grandes y fortalecidas. Nadie en su sano juicio quiere una guerra civil. Siempre se ha dicho que se sabe cuándo y cómo empieza, pero no cuándo y cómo termina. La agenda de un eventual acuerdo que evite la escalada de la violencia está perfilada en el conflicto: la restitución de Zelaya en la Presidencia, recuperar la legitimidad internacional, disponer de un plan y recursos para enfrentar la crisis económica y social agravada, profundizar una reforma política y democratizar el proceso electoral, reestructurar los cuerpos militares y de seguridad, reconstruir la institucionalidad debilitada y convocar la Asamblea Nacional Constituyente.
Nada está tan lejos de ser posible, aunque la historia dictamine que las luchas de este tipo suelen ser dolorosas y prolongadas. Los protagonistas deben moverse con inteligencia y consolidar alianzas de peso, tanto interna como externamente. Zelaya y los dirigentes de la Resistencia, algunos de ellos, aún en la embajada de Brasil, deben saber y reconocer que están frente a un gobierno de facto, que, igual que la serpiente Uróboros, símbolo de la mitología egipcia, tiene un modus operandi muy particular y es: meterse la cola por la boca y devorarse continuamente a sí misma.
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---INFORMACION EN PROCESO--

Surgen focos de sublevación en Tegucigalpa

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Del atardecer a la noche, luego de la imposición del toque de queda y Estado de Sitio, la situación en Honduras está mostrando una nueva modalidad de lucha: la resistencia activa en barrios y colonias de Tegucigalpa. Las colonias Centroamérica, El Pedregal, El Chile, El Picachito, La Leona , El Bosque, Barrio Morazán y muchas más están retomando el control de las calles y enfrentadas a los cuerpos policiales y militares del gobierno golpista. En la capital se escuchan disparos y se anuncian detenciones masivas.

Importantes bulevares, como el de las Fuerzas Armadas, están siendo cortados por focos de resistencia.

Sucesos similares tienen lugar en otros centros urbanos del país, como San Pedro Sula, escenario de enfrentamientos fuertes en la colonia Suncery, y en Choluteca, donde la policía reprimió y capturó inicialmente más de 30 personas.

Hasta ahora el choque principal había ocurrido en la madrugada del lunes cuando fueron desalojados más de dos mil personas que estaban ubicadas frente a la Embajada de Brasil. La represión fue muy violenta, persiguiendo a todos los opositores, de cualquier edad.

Ahora la tensión se traslada a los barrios y colonias, y hay indicios claros de que podría surgir en aldeas y municipios. Una sublevación está en marcha demandando la restitución del Presidente Manuel Zelaya y la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente.

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CRÓNICA DE HONDURAS
Cuando la crisis se vuelve más oscura
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Manuel Torres Calderón
Periodista de El Inventario

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Honduras vive ahora los peores momentos de represión, violencia y abuso de poder desde que el pasado 28 de junio ocurrió el Golpe de Estado. Por decreto se suspendieron todas las garantías y derechos individuales y constitucionales. Con ello no sólo se retornó a los peores momentos, sino que el Estado de Sitio los agravó al imponer su peso a cualquier jurisdicción, ya sea Tegucigalpa o la aldea más remota. La indefensión ciudadana es mayor ante una institucionalidad que no parece tener límites, tanto así que en el estadio de beisbol ha sido improvisado como centro de detención – a la vieja usanza latinoamericana de utilizar instalaciones deportivas como mazmorras- comparten angustias tanto los que la policía identifica como miembros de la Resistencia como aquellas personas acusadas de estar donde no debían estar.
Más de siete millones de habitantes están obligados a recluirse en sus casas, permanecer dónde los tomó el Estado de Sitio o movilizarse bajo su cuenta y riesgo. La sensación colectiva es de un país por cárcel, sin embargo, es en la capital de la República donde la tensión es mayor por la llegada del Presidente Manuel Zelaya Rosales, luego de haber sido expatriado violentamente. El temor y la incertidumbre por la represión desatada genera una variedad de reacciones, entre ellas la aglomeración de los capitalinos en las pulperías (abarrotes); los estantes quedaron vacíos de alimentos básicos en pocas horas. El pan, los huevos, la harina de maíz y el agua volaron rápidamente. Esos pequeños negocios eran la única alternativa de comprar puesto que los supermercados y mercados de abasto no abrieron sus puertas.
Mientras tanto, las calles principales lucen desoladas y lo que circulan son patrullas policiales y contingentes militares. La represión se muestra más agresiva que en los primeros días del golpe y se advierte también en la dureza de los mensajes públicos de Micheletti, cada vez más parecido al estereotipo del dictador continental. De hecho, el desalojo de más de dos mil manifestantes que habían pasado la noche frente a la sede de la Embajada de Brasil, donde se encuentra Zelaya Rosales, no sólo fue violentísimo, sino que puso en práctica tácticas de guerra sicológica. La carga militar y policial fue acompañada de la repetición incesante del himno nacional y de un sonido agudo que salía de altoparlantes. Incluso estuvieron a punto de irrumpir en la sede diplomática, pero no tuvieron la orden final. A ello le siguió el allanamiento de casas próximas a la sede diplomática en busca de opositores o la agresión al edificio del Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (COFADEH), donde más de un centenar de personas buscaron protección. En el saldo parcial se mencionan tres muertos y varios heridos sólo en la primera jornada.
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Un golpe socialmente derrotado
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Para diversos analistas, la decisión de implantar el Estado de Sitio no exhibe fortaleza, sino debilidad. Lo que se aprobaron desde el gobierno de facto fueron facultades extraordinarias de represión política, no de concertación o diálogo. En el vocabulario popular se les califica como “manotadas de ahogado”, lo que ilustra de manera gráfica la peligrosidad del momento. Paradójicamente, en lugar de miedo, lo que despiertan es desobediencia e indignación. Se invoca el artículo 3 de la Constitución: “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que esta Constitución y las leyes establecen”. En diversos sitios se informa de marchas espontáneas de protesta, como en la populosa colonia Kennedy, con más de 50 mil habitantes. Primero fueron unas decenas de personas, y luego sumaron más de dos mil. Algo similar ocurre en otras colonias y barrios de la capital, donde previamente a la llegada del Presidente Zelaya, el Frente de Resistencia al Golpe de Estado (FRGE) convocó caminatas que tenían el aire festivo de ferias políticas pese a que eran perseguidas por destacamentos policiales y militares que no se perdían ninguna cita, tomando descaradamente fotografías y videos.
El cambio de táctica de la Resistencia, subir de las calles céntricas a las laderas marginales, tuvo tanto impacto que sus dirigentes recibían peticiones de muchos barrios y colonias para ser parte de su recorrido. Incluso ya existía un calendario de visitas. Ese modelo urbano de conectividad también se estaba expandiendo en San Pedro Sula y en municipios y aldeas, donde se organizan comités locales. No es extraño que una de las medidas de excepción autorizadas con el estado de sitio fue instalar retenes en las carreteras y principales rutas de acceso a la capital para impedir el acceso a miles de manifestantes que acudían al llamamiento del Presidente Zelaya. A más de 80 días es claro que el golpe ya fue socialmente derrotado. Hay una afinidad popular y hasta cultural mayoritaria con el mandatario derrocado y una antipatía hacia Micheletti. Una prueba evidente ocurrió el pasado 15 de septiembre, Día de la Independencia, cuando las marchas convocadas por la Resistencia superaron abrumadoramente las organizadas por el gobierno. No hubo comparación entre unas y otras. Esa fue una señal que el golpismo no atendió, como tantas otras.
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Una llegada esperada, pero inesperada
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Lo último que Zelaya Rosales había dicho desde Managua fue: “voy a regresar antes que termine septiembre”. Eso lo anticiparon en Tegucigalpa algunos dirigentes de la Resistencia, sin embargo, siempre había dudas por los anuncios y tentativas frustradas anteriores, así que su arribo esperado…fue inesperado, incluso para el propio Micheletti que desmintió inicialmente lo que llamó “un rumor tendencioso de terroristas mediáticos”. La operación de retorno burló todo el aparato de inteligencia militar. Micheletti excusó su fracaso diciendo que “no se le puede echar la culpa de no haberse dado cuenta, es que todo esto ha roto sus contactos de información policial con sus colegas de otros países”. En las estaciones de radio que apoyan al golpe los locutores y periodistas de turno hicieron chistes de la noticia que brindó inicialmente Radio Globo, que es la voz principal de la oposición. Luego se limitaron a confirmarla y callar.
Cuando el oficialismo no salía de su escepticismo, la calle adyacente a la sede de las Naciones Unidas estaba inundada de miles de personas que festejaban la llegada del Presidente Zelaya. El ánimo que prevalecía era de alegría, mientras que los pocos policías presentes se mostraban confundidos. Muchas personas les hablaban, pero nadie los agredía. Cuando a la gente se le informó que el Presidente estaba en la Embajada de Brasil, el traslado fue inmediato. Como de la nada aparecieron carros parlantes, vendedores de banderas, sombreros, gorras, pañuelos, los “hits” musicales de la resistencia y videos principales de la lucha. En minutos había un tenderillo del comercio político informal, junto a vendedores de comida y refrescos.
Nadie sabía en las calleas las circunstancias exactas del retorno del Presidente, pero la impresión inicial fue que el golpe había sido vencido y que se sentaba un precedente histórico en América Latina. Con la confusión, algunos hicieron circular el rumor de que esta vez era Micheletti quien abandonaba el territorio y que la cúpula de las Fuerzas Armadas había sido relevada. Se supuso que la llegada del Presidente Zelaya coincidía con un contragolpe exitoso de militares presuntamente inconformes. La idea que circuló es que la Resistencia aguardaba que se reuniera al menos medio millón de personas para recuperar la Casa Presidencial. Pese al sol castigador de esas horas, había frescura y optimismo en el ambiente. En la espera hubo quienes reflexionaban sobre una pregunta capital postergada: ¿y después del retorno de Mel, qué? Luego las interrogantes brotaron en cascada: ¿Bajo que condiciones regresó Mel?, ¿Cómo quedó el Acuerdo de San José?, ¿Tendrá las manos libres para convocar la Constituyente?, ¿Cuáles son las ideas y propuestas que tiene la base social que apoyó su retorno?, ¿Cómo se responderán las expectativas de la diversidad de actores que agrupa la Resistencia?; ¿Existe una agenda de demandas a corto y mediano plazo?, ¿Qué pasará al interior de la Resistencia?, ¿Qué posición asumirá la Resistencia Liberal?, ¿Cómo acompañará la comunidad internacional el esfuerzo de reconstrucción y transformación de la institucionalidad nacional? o ¿Qué decisiones deberán tomarse en las próximas 72 horas para consolidar la derrota del golpismo? Muchas preguntas, pocas respuestas y bastante incertidumbre.
No obstante, el optimismo empezó a trocar en preocupación cuando trascendió que Micheletti seguía en Casa Presidencial y se escuchó el rotor del helicóptero de la policía, el Halcón, que siempre vuela sobre cada manifestación de la Resistencia. “¿Cómo es que todavía andan vigilando cuando el golpe fue derrotado?”. Poco a poco se apilaban evidencias de que el escenario de la conflictividad, con su lógica de la guerra fría de los 80, seguía vigente. Socialmente el golpe había sido derrotado, pero políticamente no. Así otra pregunta reemplazó a las anteriores: ¿hasta cuándo?
Los acontecimientos posteriores confirmaron la indefensión de la ciudadanía ante una institucionalidad golpista que no tiene límites y que está despreciando cualquier compromiso de negociación interna. La elite empresarial y política resiste cualquier acuerdo social construido de abajo hacia arriba. Para ella todo el conflicto comienza y termina con el Presidente Zelaya y con la influencia de Chávez. El trasfondo de desigualdad y pobreza acumulado durante años no existe. Tampoco reconocen que haya un despertar de la cultura de participación ciudadana y que el sistema político –incluyendo el electoral- se esté desplomando. En la lógica más llana y brutal del poder hubo quien expresó a través de una radioemisora: “muerto el perro, se acaba la rabia”. Y en ese empeño están dispuestos a todo. Se teme hasta un asalto al interior de la Embajada de Brasil, pese a los llamamientos internacionales e incluso de políticos tradicionales para no hacerlo. Porfirio Lobo, el candidato presidencial del derechista Partido Nacional, lo advirtió meridianamente: “ese sería un terrible error que causaría grave daño al país”. Lobo piensa en las elecciones; tan cerca y tan lejanas a la vez.
Posiblemente, a estas alturas, el bloque golpista ya está roto y se reconoce la necesidad de alcanzar un acuerdo nacional con el aval internacional, no un acuerdo internacional como el aval nacional (como es el caso de la mediación del Presidente Arias de Costa Rica), pero eso no vuelve al escenario más fácil; al contrario. Mientras desde el poder fáctico no se reconozca la legitimidad y el liderazgo de la Resistencia y la ilegalidad del golpe, las puertas de salida que se ofrezcan al conflicto serán giratorias En las calles y en las plazas no sólo marchan actores sociales sino también políticos y tienen propuestas de nación, todavía en perfil pero abiertas al cambio. El Presidente Zelaya lo advirtió desde su refugio: “estoy de acuerdo con un diálogo amplio, no bilateral”. Ese clima político para una mesa amplia no existe hoy, lo enturbia la inflexibilidad de Micheletti, el bipartidismo tradicional que sigue pensando en una “normalidad” inexistente, el Estado de Sitio que agudiza la confrontación y la violación a los derechos humanos que deja heridas profundas, pero las condiciones pueden variar de un momento a otro. La presión internacional se intensifica a medida que se le rechaza. Ninguna entrada al país – terrestre o aérea - está abierta por el momento a delegaciones mediadoras, pero ¿por cuánto tiempo? De cualquier manera, la Honduras de hoy no es similar a la de antes del 28 de junio y la presencia del Presidente Zelaya –que para algunos es fin y para otros finalidad - por sí sola modifica el escenario. La dinámica a la que entra el país será de movimientos más rápidos, quizá sin previo aviso, como lo fue la llegada del Presidente Zelaya.

jueves, 2 de julio de 2009

Estamos de vuelta contra el bloqueo informativo

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Amigos lectores, pese a la censura, EL INVENTARIO ha regresado.
Lo concerniente a los días anteriores del 2 de julio pueden leerlo en la "entrada": "EDICIÓN ESPECIAL: Contra la censura y golpes repentinos de poder".
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Acerca del domingo 28 de junio de 2009
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Todos y cada uno de los siguientes artículos es la opinión de la redacción de El Inventario y sus colaboradores ante este condenable Golpe de Estado.
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Hoy: 21/09/2009
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Evelio Reyes, Pastor Charlatán de la Oligarquía Hondureña
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Alejandro Laínez
Sector 15, Distrito Central
Frente de Apoyo a la Resistencia Nacional

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Qué payasada más grande es la que anda haciendo el pastor Evelio Reyes al comprometerse con el Tribunal Supremo Electoral para reunir a sus feligreses en sus templos, para ir a votar el 29 de noviembre del 2009. Lo anterior demuestra que este falso profeta es un ejemplo vivo de la charlatanería religiosa, que saca ganancias jugosas de los diezmos, que pagan personas incautas carentes de una verdadera conciencia política. En un momento pensé que este oportunista religioso había adoptado posiciones progresistas, cuando se unió a la huelga de los fiscales en el año 2008; sin embargo, mostró su verdadera cara cuando se alió a la camarilla golpista, sumándose a las calumnias de los medios tradicionales contra el proyecto de la Cuarta Urna de Mel Zelaya, antes del Golpe; y después, bendiciendo a los golpistas, similar a la actitud mostrada por su colega Oswaldo Canales, y la de los obispos católicos de la Diócesis de Tegucigalpa.

Evelio Reyes posiblemente represente la posición de los feligreses “perfumados” de los templos evangélicos “selectos”, a donde asisten los miembros y familiares de la oligarquía más reaccionaria de Honduras. Este pastor avaricioso se alió rápido a los golpistas, pues probablemente le ofrecieron “contratos” para las instituciones e inversiones privadas, que en nombre de su iglesia maneja, las cuales le han significado jugosas ganancias, por arreglos que ya tiene con el Estado. Este oportunista, pues no puede llamársele de otra forma; aparentó humanismo en la huelga de los fiscales, pues pensó que a partir de ese movimiento, podría surgir alguna “oportunidad de inversión” que le aporte buenos ingresos a sus fundaciones y empresas.

Este fariseo, si hubiera actuado por conciencia social, jamás se pasaría tan rápido al bando de los golpistas, puesto que los fiscales, de la huelga, desde un principio han participado en la Resistencia contra el Golpe de Estado. El especulador religioso de Evelio Reyes ahora es que anda haciendo convenios con El Tribunal Supremo Electoral, para contribuir a costa de sus feligreses, con la democracia electorera, que busca legitimar una acción que rompió con el orden constitucional el pasado 28 de junio. Es importante preguntarnos: ¿Este compromiso de Evelio Reyes con el Tribunal Electoral solamente es verbal o hay dinero de por medio para beneficio de las instituciones de su iglesia? ¿Será que dentro de su feligresía hay “importantes” golpistas, que le han ofrecido “bondadosas” aportaciones para su congregación y empresas? De lo anteriormente expuesto, sugiero a este falso pastor que cambie de nombre a su congregación por la de “Pisto Abundante” o “Dinero abundante”, pues es lo que más se asemeja a lo que predica con sus actos este predicador charlatán y sinvergüenza.
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Hoy: 09/09/2009
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La lucha popular más prolongada desde los 69 días de la huelga bananera
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70 y más días de resistencia contra el golpe y la sumisión
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Por Manuel Torres Calderón
PERIODISTA DE EL INVENTARIO
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“Muchacha hecha de olvido
Niña triste”
Pompeyo del Valle, 1954 (*)
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El lunes 3 de mayo de 1954 los trabajadores de la Tela Railroad Company se declararon en huelga. Transcurrieron 69 días antes de finalizar. Esa era la lucha popular más prolongada en la memoria del pueblo hondureño hasta el 5 de septiembre cuando la movilización ciudadana contra el golpe de Estado del 28 de junio sumó 70 días consecutivos de una resistencia que todavía agrega fechas del calendario. Entre ambas gestas hay 55 años de diferencia y un país que no termina de encontrar su rumbo democrático,
Tantas veces se ha dicho que la memoria histórica de la sociedad hondureña es débil que vale la pena hacer una excepción, parar un momento en este tiempo de prisas y angustias y construir un puente entre dos coyunturas trascendentes, conscientes que el pasado orienta, pero no pone a salvo de lo que en el futuro puede suceder. Acudir a la historia, en este caso, la del 54 no se hace con sentido de exhumación, sino con la convicción de que es una gesta supervivientes a la censura y olvido, y fuente importante de experiencias.
Para la redacción de este reportaje/análisis y en lo que atañe a la huelga bananera, se tomó como base, de la extensa bibliografía sobre el tema, “El Silencio quedó atrás” (Editorial Guaymuras, 1994), libro de imprescindible lectura escrito por Marvin Barahona, quien de manera tenaz y valiente se ha fijado como prioridad intelectual la búsqueda de la verdad histórica. De su trabajo se extraen los hechos más relevantes de entonces, como paralelo a los que vivimos en la actualidad.
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PRIMERA PARTE
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Los hechos de 1954
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El levantamiento obrero de 1954 no puede ser comprendido sino como el estallido resultante de una larga acumulación de hechos y resentimientos, de violación a los derechos sociales de los trabajadores y de una negativa rotunda de la Tela Railroad Company – la antigua United Fruit Company- a reconocer a los trabajadores en la plenitud de sus derechos humanos, sociales y laborales….Lo extraño de la huelga de 1954 no es que haya estallado en ese año, con la fuerza y decisión con que lo hizo: lo sorprendente es que no haya comenzado veinte años atrás.
En aquel entonces era obvio que los beneficios del crecimiento económico no favorecían a la mayoría de la población hondureña; por el contrario, los trabajadores urbanos se quejaban cada vez con mayor intensidad, incluso en los años que precedieron al de 1954, por las miserables condiciones en que vivían. Los salarios se habían estancando y su capacidad adquisitiva se había reducido drásticamente.
En octubre de 1954 debían realizarse en Honduras elecciones generales para la escogencia del presidente de la República y de los diputados al Congreso Nacional….En mayo, cuando estalló la huelga, la campaña electoral ya se había iniciado; la huelga se convirtió entonces en un componente adicional de la campaña política, que impuso un debate sobre política social, legislación laboral y reforma económica.
Las posiciones adoptadas por los partidos políticos frente a la huelga estuvieron determinadas, en algunos casos, por el compromiso ideológico y político con la transnacional y, en general, por el cálculo de la ganancia electoral inmediata. Esto motivó a los partidos a observar un comportamiento cauteloso y, muchas veces, encubierto, según su conveniencia y la de sus aliados reales y potenciales….Ninguno de los partidos (Liberal y Nacional) se pronunció a favor de los huelguistas, pero coincidían, por diversos cálculos y razones, en que la solución al problema debía ser pacífica y con la mediación del Presidente (Gálvez) y su gobierno.
Otro elemento que debe tenerse en cuenta en la conducta de los partidos políticos frente a la huelga bananera es el anticomunismo…que sería utilizada como medio para obtener múltiples ventajas….La actitud de los liberales ante la huelga puede ser calificada de temerosa y calculadora.
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El contexto internacional
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Al incremento de la protesta social en Honduras se sumó también una creciente inseguridad ante la agitación que vivía Centroamérica por el conflicto entre las fuerzas favorables al cambio y los centros de poder opuestos a éste….La combinación circunstancial de crisis interna y externa, le dio a la huelga una amplitud y una significación que, en otro contexto, probablemente no hubiera tenido.
El papel de la prensa nacional fue alimentar la percepción de que la huelga la sostenían agentes del extranjero. “Los pioneros de la huelga, afirmaba diario El Día, han sido entrenados en un país extranjero”.
Los periodistas, poco vinculados a la economía bananera o desconocedores de la misma, no lograban explicar la gran capacidad organizativa desplegada por los trabajadores en el transcurso de la huelga. Más aún, para los enemigos públicos de la huelga esta capacidad de organización sólo podía atribuirse a la presencia de “agitadores extranjeros” o simplemente de ”cerebros ocultos” que manipulaban la masa de huelguistas.
La estrategia mediática de la compañía fue utilizar extensamente los servicios de su Departamento de Relaciones Públicas, desde donde se acaparaban los espacios de los principales diarios, que publicaban íntegramente sus comunicados. Miles de esos comunicados eran lanzados sobre los huelguistas por los aviones de la frutera, con los cuales la compañía se proponía dividir a los trabajadores y convencerlos de que estaban siendo mal dirigidos por sus líderes o que debían animarse a negociar directamente, apartando del camino a los dirigentes intermedios. En esta etapa la Tela también realizó algunos intentos de sabotaje contra sus propias instalaciones, con el objetivo de culpar de tales acciones a los huelguistas.
De hecho, el 30 de abril de 1954 el gobierno envió una ·”circular urgente” a los gobernadores políticos, ordenándoles aplicar a la mayor brevedad y de forma rigurosa y estricta las disposiciones de la Ley de Extranjería. Ordenaba la expulsión de todos los extranjeros que instigaran, fomentaran, promovieran o ejecutaran acciones que trastornaran el orden público, entre ellas “daños a la propiedad”.
Ante el papel de los medios, surgieron propuestas de información alternativas, incluso radiales: “en La Lima los trabajadores habían instalado en el campo de juego de Chula Vista un sistema de altoparlantes al que denominaban Radio Liberación, desde donde llamaban a los trabajadores a dirigir mensajes de lucha a sus compañeros”.
Posteriormente, Radio Liberación fue utilizada por los traidores de la huelga para atacar a los dirigentes más honestos y comprometidos, acusándolos de extremistas.
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Las demandas de la huelga
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La huelga inició el 3 de mayo, pero fue hasta el 17 que los comités locales de las cinco terminables de la Tela Railroad Company constituyeron el Comité Central de Huelga y lo instalaron en El Progreso. Una semana antes un comité provisional había presentado a las autoridades de la empresa un pliego de peticiones de 30 puntos, en los cuales reivindicaban la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Carta de Garantías Sociales firmada en Bogotá. Colombia, en 1948.
El pliego de peticiones enfatizaba en demandas de carácter salarial, debido al alza en el costo de la vida, la devaluación de la moneda nacional, el congelamiento y disminución de los salarios y la consiguiente pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, pero al mismo tiempo abarcaba una amplia gama de temas respecto al mejoramiento general de las condiciones de vida de los trabajadores bananeros en temas vitales como salud, educación, vivienda, higiene, condiciones de trabajo y contra la discriminación racial o por sexo. El respeto a la dignidad humana de los trabajadores y la minimización de las condiciones de explotación estaban en el contenido de los 30 puntos.
Lo más significativo en la conducta observada por los jefes de la Tela – respaldados por las autoridades gubernamentales- en el transcurso de la huelga fue su intransigencia y la escasa o nula voluntad de sus administradores para llegar a un acuerdo inmediato con el Comité Central de Huelga. El presupuesto básico de la gerencia era que la prolongación del conflicto le permitiría triunfar, venciendo a los trabajadores por hambre –o cansancio-, sin tener que llegar a un proceso de negociaciones que significara el reconocimiento de las demandas presentadas por los trabajadores y sus organizaciones.
La estrategia oficialista para enfrentar el conflicto tuvo dos etapas claramente definidas: desgastar al Comité Central de Huelga original y, luego de propiciar el divisionismo; apoyar de manera encubierta otro Comité Central con el que pudiera ponerse de acuerdo. Dentro de sus objetivos estaba derrotar a la dirigencia honesta, pero al mismo tiempo garantizar el control sobre sus relevos.
La táctica patronal fue aprovechar cualquier circunstancia que pudiese atribuir a los coordinadores de la huelga para romper negociaciones y prolongar el conflicto. El flanco más débil del frente huelguista estaba precisamente en La Lima, sede de la gerencia bananera. En ese lugar surgió el traidor que la compañía esperaba, un maestro de enseñanza primaria y miembro o simpatizante del Partido Nacional (Manuel de Jesús Valencia), quien apareció casualmente en la huelga, resentido con la transnacional porque meses atrás ésta lo había sancionado por actos de corrupción cometidos en la escuela donde trabajaba. A él manipuló la frutera para provocar la ruptura de la unidad entre los huelguistas. La lucha entre Valencia y los miembros del Comité de Huelga culminaría en los primeros días de junio, el 2, con la captura de los miembros auténticos del Comité de Huelga y su traslado a la cárcel de Tegucigalpa. Luego Valencia fue desechado y en circunstancias extrañas murió un año después como bandolero.
Una vez eliminado el comité auténtico y ya con dirigentes que podía controlar, la compañía en lugar de negociar inmediatamente activó la represión gubernamental. El 3 de junio, un comunicado oficial anunció que el gobierno procedería “sin complacencias de ninguna clase para reprimir cuanta actitud subversiva, individual o colectiva, advierta en el desarrollo del movimiento huelguístico de la costa norte”. En la misma fecha se ordenó la censura contra cualquier expresión periodística a favor de la huelga y se llegó al extremo de incautar hasta los “magnavoces” (altoparlantes) de los trabajadores. En Tela, se informaba entonces, se vivía un virtual “estado de sitio”.
Pese a su importancia, la huelga del 54 nunca alcanzó a ser nacional, aunque hubo huelgas en diferentes empresas del país, incluyendo en la Standard Fruit Company, donde apenas se extendió del 7 al 20 de mayo. Tampoco los campeños se plantearon desestabilizar al gobierno o la toma del poder. Fue una huelga precursora de la defensa de los derechos humanos y del nacimiento de la ciudadanía social organizada. Eso representó un paso doblemente significativo en la historia de Honduras.
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Logros
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El más importante de ellos – en opinión de Marvin Barahona- fue la conquista del derecho a la libertad sindical; una apertura de profundas dimensiones en el seno de una sociedad forjada en el autoritarismo y la represión, iniciando la ruptura del modelo tradicional de dominación, basado en la negación de los derechos sociales a las clases y grupos marginados. Varios años después se logró la aprobación del Código de Trabajo, la creación del Ministerio de Trabajo y Previsión Social, del Instituto Hondureño de Seguridad Social y una ley incipiente de Reforma Agraria.
Por otra parte, es evidente que la huelga bananera abrió nuevos espacios en la sociedad hondureña, no sólo para la sindicalización de los trabajadores sino también para la ampliación de las conquistas y los derechos sociales de los mismos.
Otro elemento aportado por la huelga y que la investigación destaca fue haber dado los primeros pasos hacia el reconocimiento de un perfil muy claro de identidad nacional al conjunto de la nación hondureña. De hecho despertó in incipiente espíritu nacionalista en la población hondureña, similar a la recuperación de la autoestima nacional que se advierte ahora..
La huelga de 1954 tuvo también una dimensión cultural que contribuyó a despertar potencialidades hasta ese momento insospechadas. La capacidad de organización, el espíritu de solidaridad, la autonomía política y la cultura popular despertaron y se manifestaron en diversas maneras (música, poesía, dibujo y otras), aunque posterior a los acontecimientos decayó, limitada a esfuerzos de resistencia a las imposiciones del sistema. En determinado momentos la huelga sirvió como escenario para la fusión de la tradición popular con tradiciones más recientes que, sin embargo, expresaban lo más profundo de la psicología del hondureño común.
Vale destacar el aporte significativo de las mujeres en la huelga, tanto en los campos bananeros como fuera de ellos puesto que las obreras textileras de San Pedro Sula fueron las primeras en utilizar las posibilidades creadas por la huelga para el reclamo de sus derechos y justicia social. Las obreras asumieron el control de las fábricas y sus patronos se vieron obligados a negociar con los comités de huelga organizados por ellas.
Incluso el libro anota que las mujeres de las plantaciones bananeras en determinado momento propusieron la creación de un sindicato integrado por mujeres. Un año después, en 1955, ellas conquistaron el derecho al voto.
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SEGUNDA PARTE
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Los hechos del 2009
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En un país donde la clase política empresarial fomenta el mito de que “no hay escándalo que dure tres días”, la resistencia al golpe de Estado del 28 de junio es un mentís rotundo. De hecho, entre abril y mayo de 2008 la también histórica Huelga de los Fiscales contra la corrupción pública se había prolongado 34 días. Era un aviso de que en la sociedad hondureña se venían gestando condiciones para fracturas profundas, pese a que más de cien años de vigencia de un modelo excluyente, bipartidista, mediático y alienante se había encargado de promover una mentalidad conservadora; calificada por muchos como aguantadora e insolidaria.
Ese modelo de hegemonía, que ha pasado por diversas etapas, ha tenido como elemento común negar los conflictos sociales y estar encabezado por una clase política-empresarial que no asume culpa alguna por el abuso de poder, la desigualdad y la pobreza generalizada, y que, en consecuencia, no siente remordimientos de sus actos.
La huelga de 1954 ya había propiciado el reconocimiento de derechos civiles y sociales fundamentales, pero para los grandes empresarios la energía subjetiva de la gente, su capacidad de reclamo y protesta, no debe conducir al cambio democrático sino al mercado. La condición de ciudadanía social no le ha sido reconocida a la mayoría de la sociedad hondureña, reducida a la condición de mano de obra o mercadería.
Bajo esas condiciones, en el país se ha promovido la fragmentación social, no la cohesión. En una sociedad que mueve su economía a partir del consumo, el consumo se volvió un mecanismo de segregación social. No se trata ya de que los trabajadores reciban vales que sólo podían cambiarse en los comisariatos de la compañía, sino que la mayor parte de la población no tiene recursos para adquirir los bienes a los que aspira y tiene derechos. Los pobres, que son mayoría, ven lo que desean a través de los escaparates, pero no lo pueden obtener. El acceso a una buena alimentación, salud, educación, vivienda y trabajo le fueron negados. El sistema, agravado por las políticas neoliberales de los años 90, terminó bloqueando la movilidad social y la sustituyó por la movilidad migratoria. (“Si no está gusto aquí, pues váyase, pero no se olvide de mandar remesas”). Se ha cocinado así una Honduras de resentimientos profundos y silenciosos. La llamada Prisión Verde, negadora de los derechos más elementales, desapareció con los años, pero dio paso a otra captura del Estado y otros actores de poder. El irrespeto a los principios de igualdad y equidad condujo precisamente a la situación caótica que estamos viviendo. Lo que se patentiza es la represión a la necesidad y demanda de cambios, aunque éstos sean simplemente para poner Honduras a tono con las conquistas o situación de otros países.
Se puede afirmar que a raíz del golpe del 28 de junio lo que se desató es una movilización sin precedentes contra el enclave político y económico que reemplazó progresivamente al enclave bananero del 54. Los enclaves son definidos como un Estado dentro de otro Estado y que retratan la expansión de grandes inversiones económicas que tejen a su alrededor un complejo entramado de conexiones políticas, sociales y culturales que lo resguardan..
Al enclave le acompaña siempre la desigualdad, aunque se presente como portador de democracia, modernización y civilización. Lo que vuelve fallida la transición constitucional iniciada en 1982 es, precisamente, haber tutelado, bajo la responsabilidad del bipartidismo, un modelo patrimonial, corrupto y asistencialista, creador de políticas de extracción de la riqueza pública y de subordinación social. Uno es el acceso a las leyes, justicia y bienes productivos para los dueños de esos enclaves y sus socios, y otro para el resto de la población.
Diversos estudios e investigaciones coinciden en que la construcción de un enclave implica todo un proceso de negociación del estatus social, de las jerarquías, de la movilidad social, de los valores, de redes y de parentescos y afinidades. Su poder no está dado por el número de sus integrantes, sino por el control que ejercen del Estado a través de una maraña de conectividades. ¿Cuántas familias están detrás de la orden de ejecutar el Golpe de Estado? ¿Cinco, seis, siete, diez? Ellas se reúnen, discuten y toman decisiones que luego se llevan a la práctica a través de los mecanismos institucionales de dominación.
En el debate necesario para comprender los 70 y más días de resistencia habrá que buscar nuevos significados políticos sobre el enclave hondureño, como formación social, económica, política y cultural. Habrá que determinar, por ejemplo, que tipo de identidad y de ciudadanía construye. De hecho, el Estado y la ciudadanía deben ser entendidos en la forma en como se manifiestan respecto al enclave.
En esa perspectiva, así como la huelga del 54 puede ser interpretada como la revuelta por la modernidad social, la resistencia del 2009 podría ser la revuelta por la modernidad política, entiendo que el acceso al poder es fundamental a la hora de tomar decisiones sociales, económicas o culturales.
Es difícil precisar en este momento, fines de agosto, cuáles serán los logros de esta coyuntura de lucha. Es indudable que los habrá y que posiblemente estemos ante un parteaguas histórico. En todo caso, dentro de esta polarización que a tantos sorprende porque no habían reparado antes en ella, de hecho se gesta en amplios sectores un sentido de pertenencia e identidad común, y ese es un logro fundamental porque es imposible construir acuerdos de nación sin una base compartida a partir de un sentido de pertenencia común.
Eso es lo que se resiste a entender o admitir la elite que a partir de meter al Estado en sus bolsillos promovió un proceso de segregación social de magnitud impresionante. Ellos se distanciaron ideológica y materialmente del resto de la sociedad. Todas las instituciones de integración y cohesión, desde la escuela hasta el sistema de justicia, fallaron a propósito, por eso son tan diferentes los estilo de vida y la historia personal de quienes alentaron el golpe con la de la mayoría de las personas que desde el 28-J salen a las calles a protestar. ¿Qué sentido tiene la vida de una persona excluida al pararse en una esquina del bulevar Juan Pablo II mientras pasa un auto de lujo manejado con soberbia? Para encubrir esa realidad recurren a la alienación producida a través de sus medios de comunicación o la esconde el Estado cooptado bajo estadísticas falsas, como la que habla de un sostenido avance en la matrícula escolar. Es posible que el porcentaje de niños y niñas que ingresan a Primaria haya aumentado, pero no en la proporción oficial que la sitúa cercana al cien por ciento. Nada se habla de la escasa capacidad de retención o de las cifras elevadas y cíclicas de deserción escolar. Para la CEPAL la tasa de escolaridad mínima para evitar la pobreza es de 12 años, pero en Honduras no llega ni siquiera a cuatro años. El panorama de la desintegración es más desalentador si le agregamos que el porcentaje de jóvenes que accede y termina la educación secundaria y universitaria es mínimo. La incertidumbre que vive Honduras en estos días es la misma que acompaña de manera permanente a la mayoría de los jóvenes respecto a su existencia.
Son los mismos dueños del poder los que han trasgredido las reglas del sistema y a los que no se les puede creer su súbita y apasionada defensa de una Constitución que han violentado muchísimas veces. Ellos pregonan un estado de legalidad, pero no lo respetan; hablan de una paz que no ha existido y convocan a una reconciliación fantasmal que siempre está acompañada de amnistías, condonaciones y contratos públicos.
De lo que se trata en la actual coyuntura, y que no quiere ser entendido por el enclave, es de reiniciar la transición constitucional que estaba sin rumbo democrático. La aspiración o el proyecto popular que se alienta no se reducen al tema de Manuel Zelaya Rosales, una figura que convoca tanto como rechaza. La derrota al golpismo pasa por la restitución del Presidente derrocado para que termine su mandato, pero el sentido de esta lucha va, o debe ir, más allá. El objetivo es crear condiciones para la transformación social del país, es un contra proceso a la exclusión social y creciente desigualdad que fragmentó a la nación, tanto humana como geográficamente.
En 1954 los huelguistas se enfrentaron a un sistema en condiciones de extrema desigualdad; hoy esa situación en lo esencial persiste y obliga a la dirigencia de la resistencia a pensar más allá de lo inmediato y cuestionar radicalmente al bipartidismo, cualquiera sea la bandera o la figura en la que se encubra. Este proceso ya es histórico, pero no debe pasar a la historia sin resultados concretos que le devuelvan al pueblo la confianza en sí mismo. La etapa de la catarsis quedó atrás en el primer mes de respuesta; ahora se plantean otras interrogantes: ¿Qué sociedad queremos para convivir?, ¿Qué tipo de Estado?, ¿Qué haremos con la impunidad histórica y con la institucionalidad colapsada?, ¿Cómo debe ser el sistema educativo y de salud?, ¿Cuál es el modelo político a surgir frente al bipartidismo fracasado?, ¿Cómo resolver nuestras diferencias?, ¿Qué proponer ante el colonialismo mediático?, ¿De qué descentralización hablamos?, ¿Qué hacer en lo inmediato ante la pobreza, la corrupción y la crisis mundial?, ¿Cómo responder a los malos gobiernos?, ¿Qué hacer ante procesos electorales que pervierten la democracia?.
Diferente a los hechos acontecidos hace 55 años, cuando la brutalidad del enclave frutero dio paso a 30 demandas concretas, ahora es la subjetividad el eje central alrededor del cual se articula el actual conflicto político hondureño, porque –entre otras razones- el modelo está en todo, ya no focalizado en una región o rubro. Esta es una resistencia colectiva, pero con un altísimo grado de individualización. A cada quien lo convoca a marchar motivaciones propias, muchas veces sin distinguir o tener claridad de los valores ideológicos en disputa o compartiendo espacio con personas que sirven al modelo corrupto que tanto se cuestiona. Para muchos se está en la resistencia porque es una manera de sentirse bien, de soñar otra nación y de encontrarse a sí mismo y a otras personas solidarias. A la juventud que no se ha perdido por sus propios prejuicios la oportunidad de participar, la lucha les está dando la ocasión de entender que es la democracia a partir de no haberla tenido o disfrutado nunca. La represión no hace más que cohesionar ese sentido. Los asesinatos, las torturas, las intimidaciones, las humillaciones que permanecen como moretes por los garrotes de la policía o por las declaraciones cínicas de los golpistas en lugar de amedrentar provocan indignación y coraje. Un basta ya es el ánimo con que la gente eleva su voz en las calles, pero también en muchos hogares, pueblos y caseríos. Entender ese proceso es empezar a resolverlo, pero no hemos llegado a ese punto. Incluso quienes dirigen la resistencia deben profundizar en ello para descubrir la dimensión ética de esta protesta. Los que se han declarado en rebeldía quieren escuchar a condición de ser escuchados. Y serán ellos y ellas quienes al final tomarán la decisión de seguir o frenar este movimiento. Esta es una crisis que pone en contacto con el dolor del pueblo, pero también con sus debilidades y temores, entre ellos llegar a ser víctimas de las traiciones de siempre. A este enclave también lo ha acompañado un monocultivo mental que debe romperse. En esa dirección es que se mueve esa resistencia íntima que se ha despertado en un sector de la hondureñidad que no puede ser cuantificado, pero tampoco ignorado o menospreciado.
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A MANERA DE EPÍLOGO
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Los hechos del 2009 y los del 54 son capítulos de la misma historia que se gestó en el siglo XX, pero, de alguna manera, estos 70 días y más son el vestíbulo para entrar al Siglo XXI. ¿Cómo se recordarán estos días dentro de 50 años?, ¿Cómo quedará la memoria personal y familiar de estos acontecimientos y del papel que cada uno asumimos en ella?
Los que investigarán y escribirán los hechos posiblemente ahora son niños y niñas de corta edad o por nacer, pero no se les escaparán los detalles. Se sabrá de actos heroicos y de cobardías, de aciertos y errores, sacarán a luz las historias escondidas, encontrarán archivos que no están a la mano, leerán documentos desclasificados, romperán las censuras, entrevistarán a los sobrevivientes y harán juicios de valor. Su trabajo no será fácil porque las memorias locales, regionales y familiares no trascienden. Los medios masivos y tradicionales de comunicación se esfuerzan a diario por ignorarlas. Sin embargo, la verdad puede permanecer oculta mucho tiempo, pero no todo el tiempo.
Ojala que en el futuro quienes se sienten a escudriñar en la hemeroteca –hoy con el candado de la dictadura – la historia de estos días, con el papel amarillento por los años, lo hagan de manera distinta a nosotros, bajo las condiciones del país deseado, y no tengan esa sensación de frustración anudada en la garganta por tanta injusticia y desigualdad acumulada y vigente. ¿Será que podremos lograrlo?
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(*) Fragmento de un poema de Pompeyo del Valle reproducido en “El silencio quedó atrás”.
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Hoy: 01/09/2009
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Los mercenarios del Golpe
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Acá lo que vale es llamar, llamar y llamar…
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Por Lucila Funes Valladares
Periodista

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“¿Quién cree usted que resolverá la crisis en el país? ¿Cree usted conveniente iniciar un gran diálogo nacional para encontrar una salida al conflicto político? ¿Está a favor del gobierno de Micheletti o prefiere que regrese Mel Zelaya? ¿Aprueba usted que Honduras le proponga a la OEA establecer un diálogo de buena fe? ¿Cree usted que el ex presidente Manuel Zelaya debe regresar al país? ¿Cree usted que la intervención de Estados Unidos ayudaría a resolver la crisis en Honduras? ¿Cree usted que deben adelantarse las elecciones generales? ¿Debe Manuel Zelaya o Roberto Micheletti renunciar a la presidencia para devolverle la tranquilidad al país? ¿Le parece correcta la posición de Micheletti de rechazar la restitución de Mel Zelaya? ¿Cree usted que frente a la amenaza de Hugo Chávez, Estados Unidos ha abandonado a Honduras? ¿Cómo cree usted le han resultado al ex presidente Zelaya sus últimas acciones frente a la opinión pública internacional? ¿Favorables? ¿Desfavorables? ¿Aprueba usted que el gobierno haya cancelado la visita de los cancilleres debido a la presencia de Insulza? ¿Usted cree que el gobierno de Micheletti permitirá el retorno del gobierno de Mel Zelaya? ¿Usted está decidido a ir a votar a las elecciones generales?”.

“Si piensa que sí, marque el 1015, si piensa que no, marque *1015” “si le es indiferente, marque 2010”… “mientras más mensajitos envíe, más probabilidades tendrá de ganar fabulosos premios”… …“un televisor plasma de 25 pulgadas, quince mil lempiras” o simplemente nada, pero “sus opiniones cuentan”.

Se trata de las encuestas que divulgan la radio y la televisión, no importa el medio o programa de que se trate: Radio Globo, Televisión Educativa Nacional, Hable como Habla, Abriendo Brecha, Canal 11, JBN, Canal 6, Radio América, HRN, programas grandes, programas chicos, programas oficiales del medio o espacios contratados, noticiosos o musiqueros, vespertinos, nocturnos o matutinos, golpistas o antigolpistas… acá lo que vale es llamar, llamar y llamar, unos lo hacen motivados por los premios, pero el ambiente de polarización que vive el país es por sí solo bastante rentable, pues siempre un grupo de oyentes o televidentes (depende de cuál sea la tendencia del medio) busca imponer sus ideas por encima del otro, para dejar claro su interés.

La empresa de telefonía Tigo es sin duda la que lidera el negocio. Las otras dos compañías de telefonía celular, Claro y Digicel, tienen una presencia más reducida en las encuestas. Tigo es una subsidiaria de Millicom International Cellular, S.A. (MIC), cuya franquicia en Honduras la representa Antonio Tavel Otero, un descendiente cubano americano, cuya familia se estableció en Honduras hace varios años y fundó con otra familia una escuela bilingüe conocida como Elvel School.

El 6 de enero de 1994 el Congreso Nacional le otorgó la concesión de explotación de Servicios de Telefonía Móvil Celular en la República de Honduras a laTelefónica Celular, S.A. (CELTEL), representante de tres compañías de telefonía: Motorola INC, Millicom International Cellular, S.A. (MIC) y Proempres, S.A. Esta decisión afectaba los propios intereses del Estado, pues limitaba las posibilidades de crecimiento y expansión de la Empresa Hondureña de Telecomunicaciones, HONDUTEL. Pero entonces, igual que ahora, el discurso era que el país debía abrir sus puertas al mercado internacional y que todo debía privatizarse. Así, el nuevo servicio dio a luz en manos privadas.

Es absurdo, pero a partir de entonces, HONDUTEL se convirtió en un oferente más en las licitaciones para la concesión de operaciones de telefonía móvil en la Banda B, que dejó disponible Celtel (Tigo) tras apropiarse de la Banda A, una oportunidad que perdió cuando entró al ruedo del negocio otro de los dueños del país: Freddy Násser, entonces representante de Megatel.

La trayectoria empresarial de Tigo en Honduras es de dudosa transparencia, pues como muchas otras empresas, ha crecido bajo la sombra cómplice del Estado, valiéndose de él para obtener concesiones onerosas, consolidarse en sus inicios como un monopolio y evadir el pago millonario de impuestos.

La Banda A de telefonía celular fue ganada en 1995 por CELTEL, tras un controvertido proceso de licitación que desembocó en un juicio contra directivos de CONATEL, emprendido por la Fiscalía contra la Corrupción del Ministerio Público (MP). CONATEL era presidida entonces por Norman Roy Hernández, hombre de confianza de Carlos Flores Facussé y de Rafael Ferrari.

En 1999, el Fiscal General del Estado, Roy Medina, presentó una acción criminal contra los comisionados de CONATEL, asegurando que la concesión a CELTEL era “uno de los mayores escándalos de corrupción en Honduras”. El contrato establecía que la empresa pagaría a CONATEL
205.7 mil dólares mensuales por un techo de 28,180 clientes (un promedio de siete dólares por cada usuario). Pero muy rápido la empresa superó los 28 mil clientes, lo que implicó una pérdida anual para el Estado estimada en 10 millones de dólares, de acuerdo con los datos manejados en aquel año.

En 2005, los empresarios de Tigo en Honduras negociaron con el Congreso de Honduras para que le fuera ratificada la ampliación del convenio de concesión de telefonía móvil del operador local Celtel por 17 años más, para garantizar 25 años de privilegios.

A raíz del golpe de Estado se denunció la complicidad de Tigo con los golpistas, lo cual tiene lógica siendo que el Congreso Nacional ha sido uno de sus principales aliados. La coyuntura ha sido propicia para las otras compañías, en especial para Digicel, para crecer con nuevos usuarios, pues de acuerdo a datos que manejan las compañías de publicidad, unos 90 mil hondureños han desechado sus antiguos “chips” de Tigo, en protesta contra los empresarios golpistas.

Sin embargo, aunque Tigo contribuyó a generar la crisis, ahora se aprovecha de ella para no ver disminuidos sus ingresos. Pero es la misma que negoció con el Estado para preservar durante varios años su monopolio en la telefonía móvil; sí, la misma que privatizó por primera vez el servicio de telefonía en Honduras y redujo a Hondutel a proveer sus servicios de telefonía fija a un mercado reducido y urbano; sí, aquella que cobraba la llamada por celular a quien la recibía, ¿se acuerda? Si lo recuerda, gracias por transferir este mensaje a otros y otras lectoras de El Inventario, si no lo recuerda, urge que rescate su memoria histórica.
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Hoy: 31/08/2009
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La Derecha en México: el interés privado sobre las necesidades sociales
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El presente artículo es una colaboración para El Inventario del periodista Efraín Alavez Sánchez -mexicano. Al igual que en Honduras, México también ha sufrido los embates del bipartidismo –o del monopartidismo. Su historia política mantiene ciertas similitudes con la de Honduras; entre otras, el profundo conservadurismo de sus clases políticas dominantes, que cierran sus filas ante todo aquello que les signifique una amenaza a su status quo.
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Los cimientos de la Derecha en México
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En detrimento de los intereses reales del país y su ciudadanía, la derecha mexicana (único sector político que ha gobernado) ha desarrollado largos tentáculos, fortalecidos a través del tiempo, que le sirven para alimentar su hambre de control y poder. Su asfixiante presión y privación de un posible cambio político-social en México es realizado principalmente bajo cuatro sectores: organizaciones empresariales –incluidos los medios de comunicación, fracciones políticas, religiosas y educativas.
A pesar de que los antecedentes históricos de la derecha en México se remontan al siglo XIX, con la derrota de los conservadores a manos de los liberales, no será sino hasta el fin de la revolución mexicana (1921) cuando empezarán a ganar terreno, ¿paradójico no?
Organizaciones religiosas como los Caballeros de Colón, Movimiento Familiar Cristiano, Legionarios de Cristo, Caballeros del Santo Sepulcro, el Opus Dei, y sin olvidar el movimiento sinerquista (derecha radical) -que nace como una reacción en contra de la revolución mexicana buscando retener y recuperar los privilegios y las posiciones de la iglesia en la sociedad mexicana, comienzan a abrir “religiosamente” este enorme círculo de poder.
Por otra parte, a mediados del siglo XX, la cúpula empresarial de la derecha se organizó y desarrolló a niveles exponenciales, potenciando su influencia directa en las políticas económicas del país. Hasta la fecha sus intereses siguen siendo representados por las mismas organizaciones creadas en aquellos años, tales como: la Asociación de Banqueros Mexicanos (AMB), Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), Confederación Nacional de Cámaras Industriales (CONCAMIN), Confederación Nacional de Cámaras Nacionales de Comercio (CONCANACO), Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (CONACINTRA), y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE).
Los hombres y mujeres que están detrás de dichas organizaciones han movido los hilos de los intereses empresariales y han quedado grabados dentro del “ejército” de la élite corporativa. Nombres van… nombres vienen… sin embargo, los miembros vitalicios siempre permanecen como “próceres” del gran capital. Emilio Goicoechea Luna -ex presidente de la CONCANACO, Manuel J. Clouthier -ex presidente del CCE, José María Basagoiti -hombre fuerte del Opus Dei y ex presidente de la COPARMEX, y la familia Garza Sada -pilares del grupo empresarial de Monterrey; entre otros, estos son algunos asociados que han ejercido el papel de “ideólogos” de la derecha empresarial.
Dentro de la política nacional, los dos partidos vernáculos más influyentes que comparten características ideológicas de derecha y que se consideran como las articulaciones de este enorme aparato opresor son: el ahora extinto Partido Demócrata Nacional (PDM), de origen sinarquista y fundado en 1979, y el Partido Acción Nacional (PAN) fundado en 1939, actualmente en el poder. (Recordemos que a pesar de sus acciones, al PRI se le considera más como un Partido de “centro” –cabe preguntarse, ¿en la práctica existe ideológicamente el “centro”?)
No podemos dejar a un lado a las instituciones privadas de educación que difunden, bajo una mirada religiosa, los preceptos más conservadores de las características ideológicas de la derecha. En un principio, la accesibilidad a estas instituciones se limitaba a los vástagos de políticos y empresarios, sin embargo en la actualidad, gracias a la situación paupérrima de la educación pública, su matrícula “ideológica” se ha incrementado.
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La derecha se intoxicará con su propia cosecha
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En la actualidad la derecha mexicana ha recurrido nuevamente al discurso religioso para mantener el control del individuo y la colectividad mediante el acercamiento a la perorata de la “moral”. ¿Podrá discutirse su injerencia cuando el 90% de los mexicanos profesa la religión católica? ¿Es adecuada la persuasión educativa y social a través de la religión cuando vivimos en un estado laico? El retroceso es evidente y preocupante. Su papel no se reduce a suprimir la capacidad crítica y reflexiva del individuo para la toma de decisiones sino a formarlo ideológicamente desde las instituciones educativas privadas. Su objetivo no es simplemente formar bachilleres, sino jóvenes reproductores del sistema derechista y religioso.
La cúpula empresarial mexicana ha coexistido con el Gobierno federal no importando su inclinación ideológica. Sin embargo, desde que el Partido Acción Nacional (PAN) conquistó la presidencia en el año 2000, la derecha empresarial ha encontrado su cómplice perfecto para incrementar su hegemonía (no por casualidad Carlos Slim ha multiplicado en estos últimos años sus ahorros). Su posición le ha permitido proponer una reforma laboral mediante la modificación del artículo 123, su objetivo principal: destituir los derechos laborales como la asociación libre y la promoción de la contratación sin prestaciones.
Enriquecimiento personal al amparo del dinero y servicio público, acercamientos y conformación del narcotráfico, estimulación de la ingobernabilidad y la corrupción, monopolios comerciales, fraudes electorales, tráfico de influencias, negocios personales irregulares, lavado de dinero, en fin, hasta extraños y misteriosos asesinatos son las semillas que la derecha ha sembrado a través del tiempo, no obstante, cada vez se muestra más evidente que con su propia cosecha estarán destinados a intoxicarse.
Además, la derecha no otorga ni las más mínimas concesiones de liderazgo a representantes de la clase trabajadora, obreros o campesinos. Difícilmente se podrá ir en contracorriente a la historia de la derecha en México para ver en la cima a un líder de extracción popular con representación nacional. Es innegable, la derecha adolece de una verdadera representatividad en las grandes mayorías. Recordemos que los gobiernos de empresarios son exclusivamente para ellos.
En conclusión, la derecha en México nunca ha tenido como prioridad el bienestar social y como propuesta, se enfoca en el fortalecimiento del beneficio de los grandes capitales. Su discurso se viste cada vez más de intolerancia y fomenta la polarización social –y un distanciamiento creciente entre las brechas de las clases sociales, lo que ha provocado una silenciosa amenaza a la estabilidad del status quo, algo que tanto les interesa mantener.
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Hoy: 26/08/2009
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Honduras necesita más ateos y ateas
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Hay que construir templos ateos, erigir monumentos en pro de la defensa de la libertad sin integrismos, fanatismos, conmiseración ni resignación.
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De José Manuel Torres Funes
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Honduras necesita más ateos y ateas. Justamente, gente que no crea en Dios, que no crea a ciegas en casi nada, mentes críticas y cargadas de escepticismo, que se valga por sí misma y que no agradezca nada a nadie más que a la justicia de sus propias acciones o las buenas acciones de los otros. ¿Cuál Biblia? ¿Cuál nuevo testamento? ¿Cuál pastor? ¿Cuál cura? Nada, que la conciencia sea la que dicte el comportamiento, que los códigos de ética y moral no se rijan a partir de las interpretaciones de libros que fueron escritos para los hebreos del año cero. La propuesta es: construyamos una ciudadanía atea. Tenemos esta oportunidad ahora que los golpistas por fin han comenzado a destruir esta farsa de país y que hay una única oportunidad de iniciar por el principio.
Una ciudadanía atea que liberándose de Dios, poco a poco busque liberarse de las otras figuras a las que endiosa, porque no hay que olvidarlo, el ateo –sobre todo el advenedizo- corre el riesgo de sustituir su descreencia religiosa y alistarse a las filas de otros fanatismos y otros dioses. En fin, en esta depuración social, el objetivo debe ser no caer en otros ismos. Ni reduccionismos (que simplifiquen de una manera obtusa la realidad) ni negativismos (que hagan sentir que nada vale la pena) ni arribismos, ni positivismos, menos partidismos, que son los que nos tienen con las manos y los pies chorreando de sangre…
Hay que trabajar por una individualidad (que no individualismo) integral, donde las contradicciones y las preguntas de la vida se expliquen con la complejidad que ameritan, y no a partir de un sistema de creencias (las religiones) que defenestran el pensamiento crítico, la argumentación y la pluralidad y que acostumbran a la gente a pensar “religiosamente” en cada situación a la que se enfrentan en su vida.
Justamente una de las grandes falencias de la ciudadanía y la sociedad hondureña es la escasez de individualidades propensas a “lo profundo”, que no sean esquemáticas – más irreverentes frente a las estructuras de pensamiento y de poder-, capaces de remover el cielo y la tierra en nombre de las ideas; hacen falta cegadores tenaces de la realidad -curiosamente algunas personalidades que se vienen a la mente son ex curas o religiosos- que luchen contra los pensamientos únicos y arbitrarios.
Y escasean, precisamente, porque este tipo de ciudadanos y ciudadanas inclinados al cuestionamiento (y por ende más dispuestos a saltar de la teoría a la praxis) sin duda alguna, se forman mejor en la laicidad, en el ateísmo (salvo raras excepciones); en Honduras hay más espacios libres de tabaco que de religión.
Hay que construir templos ateos, erigir monumentos en pro de la defensa de la libertad sin integrismos, fanatismos, conmiseración ni resignación. Debería ser un trabajo de la ciudadanía comenzar a expulsar del vocabulario corriente el gracias a Dios, el Dios mediante, el si Dios así lo quiere, por la merced de Dios, porque Dios así lo quiso, entre muchos otros, que son frases que a simple vista parecen inofensivas pero que quitan a la gente el derecho de decidir por cuenta propia o de asumir que el destino está en uno mismo y además, ya está más que comprobado que estas frases funcionan como exculpaciones (y algo más) de los dueños del poder. La belleza de la vida, la solidaridad, los valores gracias a los cuales el pueblo hondureño -después del décimo round en el que ha recibido durante siglos nada más que macanazos a puño limpio- se mantiene en pie, no se debe al apego a las religiones, ni siquiera a una lectura sensata y profunda de las escrituras, ni siquiera porque se sea o se es buen cristiano; no, Dios no hizo a una mariposa, Dios no hizo a un buen amigo, Dios no inventó ni el amor, ni nada. Se acepta… en algunos casos, la religión puede ser una especie de lazarillo, una guía que hasta cierto punto puede ser útil, pero más allá de ella está la grandeza real del pensamiento humano (ese que ha sido capaz de inventar a Dios y forjar las campanas que llaman a la gente a la misa). Más allá de la Biblia hay libros grandiosos, historias tan épicas se encuentran también en los griegos, en el Popol Vuh, para citar algunos.
No hay que demeritarse: el que hace las cosas bien las hace porque es fuerte como persona, el que es solidario, el que es de buen corazón, el que es tenaz y profundo, valiente y luchador lo hace porque en su interior tiene ética y principios, no es Dios el que le da fuerzas, es la formación, es la naturaleza, es el instinto. ¿Por qué perder la confianza en sí mismos y darle a Dios todos los méritos? ¿Por qué mentir y darle forma y rostro religioso a lo que viene de la construcción individual, familiar o social? La religión despierta la palabra pero no es la palabra. La interpretación religiosa instruye en el arte de la interpretación, es un medio, pero no es el fin. Por falta de escuela y una educación de buen nivel, en Honduras, la religión ha sustituido lo que debería haberse aprendido gracias a las ciencias sociales, al arte, las ciencias exactas, etcétera.
Está bien lo que hacen muchos centros religiosos ayudando a alcohólicos, a drogadictos, a pandilleros, es histórico lo que han hecho los jesuitas (finalmente seres humanos no dioses) en el norte del país, Guadalupe Carney o Monseñor Romero (fueron excepcionales y únicos por su valía humana) valen por un millón de ateos que revolotean y juegan felices en su libertad existencial, sin embargo, las sociedades que avanzan son las que rompen más fácilmente con las ataduras religiosas, las que construyen sus propios santuarios ateos donde el ser humano es el templo de sí mismo. No se trata de promover las sectas masónicas ni locuras como la Cientología, ni grupos de fanáticos que veneran a Satanás (que es igualmente un pensamiento religioso). La fuerza está en uno mismo; eso decía Shakespeare, esa fue la linterna que llevaba el Quijote en su andar; tampoco se trata de desatar un nihilismo mal aprendido e importado de libros y ediciones de bolsillo.
En esta época, de desesperaciones y crisis de valores, de desdibujamiento de sentidos y significados hay que volver la vista a lo que se tiene, con lo que se cuenta, no con lo que es invisible. No existe Dios, no existe el cielo ni el infierno, es un millón de veces más real la Resistencia, ni la justicia divina, existe la impunidad, la miseria, la pobreza, la mentira, también la bondad y la grandeza humana: existen los traidores y los cobardes. Los valores antagónicos, las contradicciones, están lejos del delirio que imponen los “líderes” religiosos para los que el camino (así como también pregonan los políticos) es único e invariable. El ser humano se conoce a sí mismo en su existencia y su residencia en la tierra (como diría Neruda), aquí y ahora, se conoce el valor de la vida mientras se vive sin la esperanza de una redención que jamás llegará (el ateísmo tiene su fundamento en el respeto de la vida y de la muerte, algo de lo que carece tanto este país).
Hay que superar esta caricatura grosera que la sociedad hondureña ha hecho de sí misma, antes de que el Estado se vuelva más teocrático (esto va para todos, sin excepción), es preciso que la ciudadanía piense más en quién es y menos en Dios o en las soluciones totalitarias y únicas, que son las que a fin de cuentas provocan que la vida valga tan poco. La consigna debe ser la autonomía, y el ateísmo es una liberación de cadenas que confronta al ser humano consigo mismo; sin mentiras, sin falsas expectativas. El ateísmo es más que no creer en Dios, es finalmente, la posibilidad de valorarse como persona, exigirse como persona, realizarse como persona, no como ciervo de nadie, ni oveja de nadie, ni feligrés de nadie. ¿Quién sabe? Igual y dándole la espalda a Dios, en Honduras por fin comienza el paraíso.
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Hoy: 18/08/2009
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¿Hacia dónde se dirigirá la resistencia?
Por: Ariel Torres Funes
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Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo (...). Todavía antes me había dicho: -No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
-Así lo haré, madre.

Juan Rulfo (fragmento de Pedro Páramo)
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En las calles hondureñas las manifestaciones no cesan ni se amedrentan a pesar de la represión. No cabe duda que el movimiento popular –agrupado en el Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado (FNRGE)- se ha fortalecido a raíz del Golpe; entre sus resultados inmediatos nos encontramos con una ciudadanía que adquiere una mayor autoestima y que exige más participación y cultura política. Una oposición beligerante que a base de disciplina y coraje ha superado por mucho los pronósticos iniciales de la ultra derecha. El Golpe de Estado perpetrado el 28 de junio aún no se revierte, pero los esfuerzos por retornar al orden constitucional se acentúan diariamente –a pesar de un posible desgaste natural de energías; una gran parte de la población rompe el silencio y se ha comprometido a participar, no como testigos, sino que directamente sobre el resquebrajado curso político del país. Por otra parte, es evidente como los golpistas advierten esta oposición y como medida cierran con mayor fuerza sus filas ante el justo reclamo por un cambio social y político en Honduras (por ejemplo, ¿quién imaginaba que se podría plantear un regreso al servicio militar obligatorio?). No obstante, desde la complejidad de la problemática nacional surgen las siguientes preguntas: ¿hacia dónde se dirige la resistencia? ¿Qué desafíos, objetivos y líneas políticas deben de plantearse? ¿Cómo mantener la llama a largo plazo? ¿Qué medidas se deben de tomar para derrocar el golpismo? ¿Cómo converger la protesta con la propuesta?

Queda claro que la lucha contra el Golpe de Estado, más allá de su revocación (que obviamente persiste como un objetivo primordial dentro del FNRGE), agrupa esa necesidad de cambio que existía desde antes del madrugón militar y que debe perdurar hasta que no haya cambios estructurales dentro del modelo político-económico -generador de las desigualdades.

Bajo el contexto de la incertidumbre que vivimos, las “verdades absolutas” no existen ni se pretenden, anticipar la evolución de esta resistencia memorable y plural contra el Golpe de Estado no es una tarea fácil; se quedan al margen varios escenarios y surgen más interrogantes que respuestas, pero esperamos que este análisis contribuya y fomente el debate.
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El Golpe de Estado, una coyuntura dentro del Golpismo
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Honduras: 1982-2009. ¿Veintisiete años de construcción de la democracia o veintisiete años de un “golpismo democrático” constante? Como hemos recalcado en artículos anteriores de El Inventario, el Golpe de Estado va más allá de la defenestración del Presidente Manuel Zelaya Rosales, ya que contiene como esencia el intento de los sectores más conservadores y privilegiados por desconocer la necesidad de cambio en Honduras.

¿Pero, por qué separar el Golpe de Estado del golpismo? Queda claro que la consumación del Golpe de Estado es el resultado de la “democracia golpista” que ejecuta la clase política bipartidista desde 1982. El golpismo es el verbo, es el accionar, el Golpe de Estado es el hecho. Dicho de otra forma, el golpismo ya existía antes del Golpe de Estado.

El sistema político bipartidista es el golpismo. El golpismo es esa oscura realidad de sostener la ilegalidad detrás de la ruptura e irrespeto de las leyes; que se escuda detrás de la “alternancia” democrática que al final esconde un monopartidismo; se edifica a través de las medidas neoliberales, se sostiene a base de mentiras y desinformación, se lucra de la corrupción, es esa estrategia de fabricar instituciones “democráticas” al servicio de la impunidad (piénsese en el Ministerio Público, CONADEH,TSE, CSJ, Instituto de Transparencia y Acceso a la Información Pública, entre otros), es la defensa represiva de un Estado de Derecho inexistente.

¿Acaso el golpismo no radica en la cacería infame por la repartición y sostenimiento ilegitimo del poder, destruyendo cualquier intento por construir un verdadero Estado de Derecho que atente contra sus “bienes y seguridad”?

La base del golpismo es la de no aceptar y reprimir todo intento que estos señores y señoras de la oligarquía perciban como cambio o peligro del status quo, y para ello imploran las armas y la paz -¿contradictorio no?, a Dios, a la familia y a la patria. Veintisiete años en los cuales los políticos conservadores, junto a los jerarcas empresariales, bajo la protección del Ejército, la policía o la seguridad privada, han confabulado en cada Gobierno con el objetivo de secuestrar los derechos legítimos del pueblo. El incremento de la desigualdad y exclusión social es producto del paradigma “golpista neoliberal” de concebir la política y el desarrollo del país.

Ahora, dentro de la coyuntura actual, un eventual regreso de Zelaya al poder –aún estando políticamente atado, como lo propone el Acuerdo de San José- sería un logro simbólico muy importante para la resistencia –aún si fuese Obama quien apretase el “botón”. No hay certezas si esto ocurrirá; y sin ser pesimista, este escenario se percibe cada vez más complicado. Como tampoco las tiene seguro Micheletti de continuar con su Gobierno ingobernable de Facto.
Claro está que el regreso de Zelaya al Ejecutivo simbolizaría una derrota para el golpismo y un cese en la represión militar (ya con esto se ganaría bastante). Pero cabe preguntarse, ¿con su regreso habría la posibilidad de hacer cambios estructurales dentro del Estado? ¿Podríamos ver en la cárcel a toda la larga lista de golpistas que están en la memoria colectiva? Es evidente que un posible regreso de Zelaya no significaría, ni por cerca, la disolución de las elites dentro de la clase política y el surgimiento inmediato de una democracia participativa y real. El Golpe de Estado se revocaría, pero el golpismo igualmente seguiría reinando (de la noche a la mañana no tendríamos un nuevo Congreso Nacional, ni una nueva Corte Suprema de Justicia, tampoco se cambiarían las políticas económicas; por citar un par de necesidades). A pesar de contar con un deseo desenfrenado por el cambio político-económico, queda claro que ningún cambio estructural surge de medicinas con impacto inmediato.

¿Y si no pudiese regresar Mel Zelaya? ¿Qué rumbo tomaría la resistencia? ¿Marchar todos los días? ¿Enfocarse en fortalecer la candidatura de Carlos H. Reyes? ¿Conviene que la resistencia participe con la candidatura independiente o con César Ham (la menos ética de las candidaturas consideradas de izquierda) en las elecciones de noviembre? ¿O esto legitimaría al Gobierno de Facto y su proyecto electoral? ¿Cómo se fortalecería la resistencia aún sin haber podido revocar el Golpe?

Independientemente de estos dos escenarios de corto plazo, es inminente el desafío de la resistencia por fortalecerse, lo que sólo puede lograrlo mediante prácticas democráticas y participativas, no autoritarias ni verticales. Si el objetivo son las transformaciones sustanciales, éste apenas es el inicio de un prolongado proceso. Revocar el Golpe de Estado es una lucha a mediano plazo, derrotar la esencia del golpismo se percibe a largo plazo; es transformar este modelo desigual y excluyente.
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Por un fortalecimiento interno de la resistencia
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Independientemente de la situación en la que se encontraba el movimiento popular antes del 28 de junio, y a pesar de sus debilidades, éste ha tenido la fortaleza de iniciar esta resistencia frente al Golpe de Estado, y a más de cincuenta días, de mantener enérgicamente el combate pacífico. Dentro del FNRGE se han sumado entre otros, las organizaciones de mujeres, grupos étnicos, una fracción del Partido Liberal, organizaciones campesinas, sindicatos, melistas y no melistas, obreros, artistas, estudiantes, jóvenes, mayores de edad, maestros, religiosos, ateos y muchas personas no organizadas. Con la resistencia se ha identificado un buen sector de la ciudadanía, ávida de cambios sociales.

A pesar de la desinformación generalizada proveniente de la gran mayoría de los medios de comunicación, el proceso no se puede invisibilizar, las evidencias se han visto en las marchas, en la actitud de la población, demostrado en su espíritu efervescente anti-golpista, en su conciencia solidaria de reconocerse en el otro, en saber que denunciar la violación de los derechos humanos sobre el “otro” es la defensa de uno mismo. Principio de “otredad” ciudadana.

Ahora, si el movimiento social pretende revertir la historia de Honduras, éste debe de entrar en un periodo, junto a la praxis, de autocrítica, de redefinición, en el cual converja la protesta junto a la propuesta; positivo: todavía se está a tiempo. Cabe destacar que actualmente el movimiento popular cuenta con lo que no había contado en las últimas décadas: con el poder de convocar un capital humano masivo. Desde la huelga de 1954 no se había reunido a tanta gente como la que se congregó en la manifestación (5 de julio) frente al aeropuerto. Este componente es invaluable si se llega a diseñar un plan estratégico que reúna el objetivo y enfoque de variación dentro del marco de una nueva filosofía de ver y construir la historia del país.

El capital humano es el arma más valiosa de la resistencia, pero ¿cómo aprovechar toda su efervescencia, su necesidad de expresar el descontento con el sistema político? ¿Cómo incluir a esta ciudadanía en la toma de decisiones de la resistencia? (Para ello no se deben de repetir algunos errores históricos de la izquierda misma, por ejemplo, su constante práctica vertical de concebir la organización y la comunicación interna). ¿Cómo incluirla más allá de las marchas? ¿Qué propuesta reunirá las condiciones para que esta gente se sienta identificada y a largo plazo no baje los brazos?

En ningún momento la dirección, ni los líderes y lideresas de la resistencia deben olvidar que la base humana que sustenta el movimiento social, es su principal arma –por encima de los aliados políticos, tanto tácticos como estratégicos. Por ello, en cuanto más se incentive la horizontalidad en la toma de decisiones, la sinergia del movimiento será más contundente.

Además, la población que se manifiesta contra el Golpe requiere de una propuesta-proyecto que englobe su desencanto y causa de lucha, y que sobre todo, enriquezca cualitativamente su misma naturaleza. Hasta la fecha todo indica que la demanda por una constituyente sigue siendo esa propuesta que enmarque a mediano y largo plazo la resistencia.

Por otra parte, la resistencia aún se encuentra en la fase en la cual debe seguir sumando. Para ello, ¿cómo revertir estratégicamente toda esa campaña mediática (goebeliana) impuesta por el Gobierno de Facto en contubernio con las fuerzas oscuras de la empresa privada que pretende tergiversar el perfil de la resistencia?
Aunque en esta sociedad polarizada no lo parezca, todavía hay un sector que se sigue mostrando indiferente ante esta coyuntura. ¿Cómo llegar a ella?

Estos y más desafíos tiene en sus manos el movimiento social. Cada día aparecen nuevas batallas que implican reacciones inmediatas, pero a medida que pasa el tiempo, el análisis y las propuestas de fondo empezarán a ser cada vez más urgentes. Como ya se había comentado, para convertir esta fractura en una ruptura serán necesarias las propuestas para lograrlo.
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¿Qué hacer frente a las supuestas elecciones de noviembre?
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Aún no se sabe con exactitud si las elecciones generales del 29 de noviembre se llevarán a cabo. Por un lado es evidente que esa fecha es la meta al cual los golpistas quieren llegar, para sostener su ingobernabilidad. Para el Gobierno de Facto que haya comicios sería un triunfo. Y por el otro, empiezan a surgir algunos discursos dentro del movimiento popular que proponen desviar las energías de la resistencia hacia las elecciones. Indiscutible es que en pleno gobierno ilegítimo, las elecciones serán aún más ilegales y fraudulentas de lo que cada cuatro años son.

Se percibe claramente qué pretenden los golpistas frente al 29 de noviembre. Es evidente que detrás de estas elecciones hay un objetivo de la ultraderecha por apaciguar y readecuar a sus intereses todo este conflicto por la vía “electoral”. Pero aún es incierta la posición de la resistencia frente a este sufragio que está a la vuelta de la esquina.

Participar o no en ellas plantea muchas interrogantes para el movimiento social. ¿Participar significaría legitimar el curso ilegal del Gobierno de Facto? Creemos que sí. Para el caso, dentro del Tribunal Supremo Electoral no hay ninguna condición favorable para la candidatura independiente de Carlos H. Reyes, no hay que ser un vidente para anticipar un fraude si el bipartidismo lo considera necesario. ¿Tendría el movimiento popular la capacidad de revertir un fraude electoral? Probablemente no, ni Andrés Manuel López Obrador y toda la maquinaria del Partido de la Revolución Democrática lo pudo hacer en México. ¿Qué necesidad se tiene de jugar un juego con reglas amañadas y en contra del movimiento popular?

Si los mecanismos electorales representan el engaño “democrático” del sistema político bipartidista y en este conflicto, la salida de los golpistas, ¿Por qué habría que participar en él?

El mismo Manuel Zelaya Rosales se proclamó Presidente del país con el 23% de los votos del padrón electoral. En 2005 el abstencionismo llegó al 45%; en las elecciones primarias de noviembre de 2008 el ausentismo rondó el 66% del electorado. Como se ha insistido en El Inventario, el bipartidismo se encuentra en crisis profunda y tanto el Liberal como el Nacional ya no son partidos mayoritarios. Bajo estas circunstancias, es claro que las elecciones no darán estabilidad al país porque arrastran un déficit democrático que no están dispuestos a saldar. Pero, ¿cómo se puede aprovechar el desencanto de los electores hacia una nueva propuesta, si están saturados, de una u otra forma, por ese aire de desolación y autoritarismo de la política vernácula?

Proponer un cambio estructural dentro de las reglas actuales del sistema electoral se presenta como una opción, boicotear las elecciones es otra. Pero, ¿se tienen las fuerzas suficientes para obstaculizar y anular estas elecciones que fueron convocadas legítimamente, pero que el golpe ha vuelto ilegítimas?

Así como se presentan las condiciones en el país, ¿es la vía electoral una opción para derrocar el golpismo? ¿Es a través del sistema electoral actual como se puede alcanzar una democratización efectiva y social? ¿Qué otras rutas se visualizan? Habrá que proponerlas.
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Finalmente, ¿qué se espera de la Resistencia?
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A estas alturas, no se trata únicamente de resistir, sino de construir, es decir, de construir resistiendo. Construir: propuestas ante la crisis económica, social y política; pensamiento crítico, una pluralidad democrática, una visión de país y otras maneras de interpretar la realidad. Aquello de “centralismo democrático”, de perseguir la ideal “acumulación histórica de fuerzas” o de aguardar el cambio de “correlación existente para tomar el poder” ya no tienen el gancho de antes. Aunque las injusticias y las desigualdades son seculares, otras son las formas, escenarios, protagonistas y perspectivas para encarar la transformación de nuestra sociedad. A tanta gente que se ha declarado en rebeldía, que está indignada y que siempre ha sido traicionada no se le puede someter a un sacrificio en vano o de pobres resultados. Ese es el debate, más plagado de preguntas que respuestas. Lo hecho hasta ahora por la resistencia es extraordinario, pero a cada paso le surgen desafíos renovados, entre ellos mantener una unidad interna creciente y consciente. Lo que deseamos la mayoría de quienes rechazamos el Golpe no es volver al pasado, por muy reciente que sea, sino avanzar hacia el futuro; actuar frente a la crisis y más allá de la crisis. Salir, por fin, del Siglo XX y sus políticos tradicionales y de montoneras.
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Hoy: 06/08/2009
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Sin derecho de admisión
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“La Lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”
Milán Kundera, El libro de la risa y el olvido

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De Ariel Torres Funes
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Recuerdo que hace varios años mis padres nos contaban a mis hermanos y a mí que en Argentina, después de la caída de la dictadura militar iniciada en 1976, los golpistas, militares, empresarios y políticos responsables de la represión (los actores del “Proceso de Reorganización Nacional” y del horror que produjo miles y miles de muertes, desapariciones y torturas de civiles en nombre de la “civilización occidental y cristiana" –por supuesto anticomunista) no tenían cabida en lugares públicos y civiles; que se les expulsaba (pacíficamente pero con orgullo y sin perdón) de los restaurantes, de los bares, de los parques. Esta actitud dignificante de la ciudadanía encerró para siempre a los símbolos más representativos de la dictadura (por supuesto que muchos lograron pasar por invisibles) dentro de sus apartamentos y casas; nunca más pudieron volver a pasear por la ciudad o aldea como si sus manos no estuviesen manchadas de sangre… De alguna manera, la memoria histórica colectiva respondió por sobre la impunidad y Argentina ya no fue la misma, la gente no olvidó y aún hasta el día de hoy, la justicia (que llegó medianamente) sigue siendo una demanda que acumula más y más.

Históricamente en Honduras ha ocurrido lo contrario. El “derecho de admisión o exclusión” aplica, entre otros, para los pobres en los hospitales, para los indígenas en las ciudades, para la “clase baja” en los centros de consumo, se emplea para los de pensamiento independiente en las organizaciones totalitarias, para las mujeres en los espacios de “hombres”, para los pequeños productores en medio de un sistema de “libre mercado”, prohíbe a los de posturas progresistas y humanistas en los espacios de toma de decisión, e inclusive no permite ni la entrada de los de rostro “clase mediero” en las discotecas de “clase alta”. En Honduras el “derecho de admisión” se ha aplicado a través de filtros económicos, sociales y políticos; pero nunca a través de las normas de la moral social y la justicia. Este pseudo-derecho de exclusión ha formado “guetos” en los cuales entran los que “tienen”; poseen cabida los que constantemente atropellan la ética a través de sus acciones, los que han formado y se lucran del bipartidismo y el Estado de represión –en todos sus sentidos.

Pasaron los años, y ya cuando mi conciencia ubicaba los rostros y nombres de los corruptos, de los militares represores, de los civiles inescrupulosos que manejan los bienes y servicios públicos del Estado hondureño a su antojo privado, y era para mí un infortunio incómodo encontrármelos en esta pequeña ciudad y no poder decirles que eran indeseados. Me causaba tremenda rabia verlos cruzar libremente por los centros comerciales, en las filas para entrar al cine, en un supermercado, en los periódicos o verlos por la televisión mientras celebraban un gol de la selección; las mismas caras que cada cuatro años se encuentran en las papeletas electorales estaban siempre ahí, como sombras que no dejan de molestar, y la pregunta siempre volvía porque no había una respuesta: ¿qué se puede hacer cuando la impunidad desfila cínicamente?

En este contexto de golpismo y el nuevo clima social que ha propulsado, con una vigorosa vigencia, advierto lo que mis padres me relataron que sucedía en Argentina. En ese país sudamericano también hubo un cerco mediático, el cual a través de los años de lucha, se fue defenestrando. La información y la verdad sobre la dictadura militar poco a poco se fueron socializando (como ha ocurrido en Honduras, con un importante protagonismo de los medios internacionales); y con ello la conciencia y la imagen colectiva se fue cargando de galerías de todos aquellos y aquellas que violentaron los derechos humanos de la ciudadanía. En Honduras esto empieza a suceder. Recuerdo las emociones que causó la galería de los corruptos que se colocó en las paredes del Congreso Nacional durante la histórica huelga de los fiscales. Eso tan sólo era el inicio. Luego se publicaron importantes investigaciones sobre los grupos de poder y sus corporaciones -aunque el acceso a éstas se limitara al mundo de las ONGs. Ahora esta información y el saber quién es quién dentro de la élite política y empresarial empieza a ser de dominio público, rebasando los círculos de la "sociedad civil" - que suele ser de reacción infértil. En plena época de censura las galerías de los corruptos, de los golpistas se difunden a través del Internet, en las pláticas durante un recorrido en un taxi, en un almuerzo familiar... Sus formas de actuar se introducen en el conocimiento popular. Ahora los defensores de los “derechos de admisión o exclusión” no son bien vistos en los espacios públicos. Las miradas de repudio se convierten en palabras -cabe destacar que sin utilizar la violencia. Acciones pacíficas pero contundentes de libre expresión se advierten cada vez más cotidianas.

El siguiente paso será traspasar el identificar rostros y nombres. Es necesario reconocer las nefastas reglas del sistema del "derecho de admisión y exclusión". ¿Qué cambios estructurales se deben identificar y exigir dentro del sistema político y económico? Recalcando lo expuesto en artículos anteriores publicados en El Inventario, ¿hacia dónde se debe dirigir esta necesidad de cambio que no nació con Mel Zelaya y que tampoco morirá con el Golpe de Estado? Habrá que trabajar para que un día la ciudadanía reconozca tanto el rostro de un golpista y corrupto, como las reglas del bipartidismo opresivo -que tanto daño le ha hecho al país. Cuando estas reivindicaciones se sustenten con propuestas ciudadanas y sean de dominio popular, sin duda la memoria histórica superará con creces el olvido y la impunidad. Pacíficamente, pero con orgullo y sin perdón, tanto el bipartidismo como sus instrumentos no podrán pasearse libremente a través de una ciudadanía que despierta.
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Hoy: 05/08/2009
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La Policía Nacional violó la autonomía universitaria

Ni siquiera en los años ochenta ocurrió algo semejante en las instalaciones universitarias

De José Manuel Torres Funes

El automóvil en llamas (quemado por los policías) en la entrada principal de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), los ojos enrojecidos de la rectora Julieta Castellanos y el Director de la Dirección de Vinculación Universitaria, Ramón Romero (debido a los gases lacrimógenos) y los vidrios quebrados de Burger King, Pollo Campero, Dunkin Donuts, Expreso Americano, en el bulevar Suyapa –en las inmediaciones de la UNAH- y dentro de la misma universidad son una muestra clara que el nivel de conflictividad entre los cuerpos armados y la ciudadanía, en lugar de decrecer, está aumentando y que el saldo tiene una sola palabra: represión.

Peor aún fue la razón por la que se inició hoy (5 de agosto) la confrontación dentro de la autónoma: un grupo de al menos 40 policías, armados con toletes y bombas lacrimógenas, irrumpieron sorpresivamente en la UNAH a eso de las once y media de la mañana. Dentro de las instalaciones universitarias estaba culminando una protesta pacífica (en el estacionamiento que está justo frente a los portones principales) contra el Golpe de Estado, llevada a cabo por el grupo de resistencia universitaria, conformada por frentes estudiantiles, universitarios no asociados y sindicalistas, cuando los policías – vulnerando la autonomía universitaria- pretendieron disolver por la fuerza las actividades. De inmediato los universitarios respondieron y en cuestión de unos diez o quince minutos, varios centenares se agruparon para forzar la salida del cuerpo armado.
Sin embargo, lejos de detenerse el conflicto, los decibeles subieron y con los pies fuera de la universidad, los policías hicieron uso de sus bombas lacrimógenas, que lanzaron sin discriminación contra la población estudiantil, al tiempo que amenazaban con entrar otra vez. Ciertamente, la “movida” enardeció más a los estudiantes, a lo que respondieron con piedras.

Hasta allí, se mantuvo un intercambio de bombas lacrimógenas a cambio de piedras por espacio de una hora aproximadamente, después, a la policía se le acabaron las bombas y comenzaron a replegar. En ese momento, los universitarios salieron de los portones y corrieron para acorralar a los policías quienes con sus escudos se protegían de las piedras.

Pero hay algunos hechos aislados que merecen ser mencionados. Antes de que el conflicto aumentara y los policías comenzaran a lanzar las bombas lacrimógenas contra los estudiantes, desde la Rectoría y la Dirección de Vinculación, Julieta Castellanos y Ramón Romero, custodiados por algunos estudiantes, cruzaron los portones de la universidad con el objetivo de dialogar con los policías. El Inventario se trasladó en ese momento para ver qué ocurría por detrás de la policía y fue testigo de cuando los oficiales, en lugar de dialogar, atacaron a Castellanos y a Romero y sin mediación alguna, los apresaron violentamente – al cabo de unos minutos los liberaron. Los rumores de que habían golpeado a la Rectora se difundieron rápidamente y la indignación aumentó.

Luego llegó el momento en el que se acaban las bombas lacrimógenas y los estudiantes salen de los portones. A pedradas y a un paso de confrontarlos cuerpo a cuerpo, centenares de estudiantes acorralaron a la policía – quien también devolvía las piedras- haciéndola retroceder en el bulevar Suyapa. Sin embargo, los líderes estudiantiles – a unos cuantos metros de que hubiera enfrentamientos directos- lograron calmar a los universitarios, repitiendo a viva voz que no debían ir más lejos. Ante esta situación, la policía se retira, pero los universitarios siguen gritando consignas en contra del Golpe de Estado y la autonomía universitaria. Justo en la orilla del bulevar Suyapa hay varios restaurantes trasnacionales de “comida rápida” y de un momento a otro, los ventanales de Pollo Campero, Burger King y Dunkin Donuts fueron apedreados por los estudiantes que identificaron de inmediato a estas cadenas de restaurantes como propiedad de grupos empresariales asociados con el Golpe de Estado.

Los estudiantes retornan a las instalaciones. El conflicto parece estar por terminar, sin embargo, la policía veinte minutos después, regresa, con más miembros y más bombas lacrimógenas. Se repite la confrontación hasta que nuevamente, la policía, retrocede y da marcha atrás sin poder vulnerar la universidad.

Adentro el ambiente es confuso: hay periodistas, estudiantes, algunos observadores del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (que no fueron bien vistos), llega Sandra Ponce, la fiscal de derechos humanos (también identificada como parte del oficialismo). Julieta Castellanos, visiblemente indignada, improvisa, junto con Romero, una rueda de prensa en la que al tiempo que denuncian el trato recibido por los cuerpos policiales, anuncian que la situación ya ratos se ha desbordado de sus proporciones y que es preciso que las autoridades universitarias se manifiesten pacíficamente pero con contundencia. Entre los estudiantes, las emociones son encontradas; hay quienes lloran, quienes gritan enfurecidos.

De pronto, alguien entre la multitud invoca de nuevo a los nombres asociados con el golpismo: mencionan a Rafael Ferrari y a la familia Kafatti, e inmediatamente centenares de estudiantes destruyen las instalaciones de Burger King, Dunkin Donuts, Campero y el Expreso Americano en la universidad.

Han sido cerca de tres horas de conflicto y los saldos de heridos, afortunadamente, son mínimos. Hay algunas ambulancias, los cuerpos de bomberos – que también han ayudado a apagar las bombas lacrimógenas- y el humo negro que se confunde con el gas lacrimógeno, de un automóvil quemado justo en frente de la entrada principal.
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¿Dolores de agonía o dolores de parto?
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“Cuando los medios callan, las paredes hablan”
Pinta en una pared de Tegucigalpa
Manuel Torres Calderón
Periodista


Honduras vive momentos muy difíciles, de sociedad resquebrajada, incertidumbre y tragos amargos. Ningún golpe de Estado es rutinario, menos el perpetrado el 28 de junio y que va más allá de de la defenestración del Presidente Manuel Zelaya porque en su esencia está el intento de los sectores más conservadores y privilegiados de desconocer la necesidad del cambio en esta sociedad desigual y autoritaria. Pero aún bajo esas condiciones es importante empezar a reconocer qué es lo nuevo en el Estado y en las relaciones sociales hondureñas bajo las actuales circunstancias, e impulsar un proceso colectivo de aprendizajes ante una realidad que tiene varios planos y escenarios, visibles o encubiertos, pero todos a tomar en cuenta. La siguiente es una contribución a ese debate impostergable para que estos acontecimientos trágicos no terminen en los pactos de siempre entre los políticos, evadiendo no sólo las responsabilidades en que incurren, sino las causas verdaderas de la crisis.

Cuatro consideraciones previas

a)
El golpe de Estado y la irrupción de un gobierno de facto perpetrado el 28 de junio contra el Presidente Manuel Zelaya Rosales desencadenó la peor fractura de la transición democrática de Honduras (iniciada en 1982) y que había entrado en una etapa visible de franco agotamiento y retroceso. La fractura representa una interrupción en el proceso institucional basado en la alternabilidad electoral en el poder, pero no llega a ser una ruptura, entendida ésta como un cambio en la correlación de poder y en el sistema vigente. De hecho es un golpe de Estado dentro del Estado mismo. Sin embargo, es una situación extrema en la cual los elementos de una ruptura se gestan o advierten a partir de la fractura. Lo que no puede anticiparse es su evolución, los protagonistas y tiempos. En todo caso no podrá haber ruptura sin propuestas para lograrlo.

b)
¿Cómo se explica la violencia (humana, ideológica y material) de esta fractura; la más grave desde el retorno al orden constitucional? Básicamente por tener lugar en un escenario de crisis múltiple tanto en el plano nacional (política, económica, social y cultural) e internacional (la crisis financiera mundial que tiene su epicentro en EEUU, y la crisis política y de hegemonía latinoamericana que tiene su epicentro en Venezuela). Es bajo esa combinación, nacional e internacional, que se comprende mejor la magnitud alcanzada por el conflicto hondureño y lo que el golpismo representa.

c)
Junto a lo estructural y lo coyuntural hay que sumar un tercer factor que tiene estrecha vinculación con la historia política de Honduras y es el caudillismo, encarnado, ésta vez, en Manuel Zelaya. La gestión del Presidente Zelaya la desaprobaron sus propios compañeros de partido (el Liberal) y de la clase política y empresarial bipartidista que mostraron su intransigencia ante cualquier posibilidad de cambio o de oposición política y social que no esté bajo su control absoluto. El golpe no fue contra los hechos o realizaciones concretas del gobierno de Zelaya en desmedro de los denominados poderes fácticos, sino por el miedo de lo que podría ocurrir a sus intereses a partir de la vinculación del gobernante con Hugo Chávez, el grupo de países del ALBA y el movimiento popular hondureño. El sistema político bipartidista, manipulado desde despachos empresariales, no admite fisuras, por pequeñas que sean en un Estado de características corporativas, patrimonialistas, clientelares, centralizadas y autoritarias. En ese contexto, Zelaya es una figura clave en tanto encarna al Presidente-víctima y lo seguirá siendo mientras la acción de los usurpadores persista, pero la tendencia es que las consecuencias de lo ocurrido superen o rebasen su protagonismo.

d)
Por otra parte, el elemento más representativo, dinámico y sorprendente en esta crisis ha sido el surgimiento de una oposición beligerante y plural al golpe de Estado, aún bajo condiciones extremas de represión. Movilizaciones, tomas de carreteras, puentes, actos culturales y de solidaridad e incluso sacrificios trágicos han permitido, bajo diversas motivaciones y afiliaciones, que amplios sectores de la ciudadanía pasaran en muy poco tiempo de la humillación, ofensa e intimidación inicial que conlleva un golpe de esta magnitud a una etapa de autoestima, beligerancia y organización para la resistencia. El desafío es cómo evitar una tercera etapa: la del desencanto, previsible si los resultados de su esfuerzo no abren realmente las puertas del país a su democratización efectiva. Un referente obligado a tomar en cuenta fue la huelga de los fiscales (abril-mayo, 2008) contra la corrupción pública. Guardando las diferencias entre uno y otro caso, la huelga convocó durante 34 días una impresionante movilización y solidaridad, tanto nacional como internacionalmente, sin embargo, un año después la tarea de levantar un movimiento orgánico (el MADJ) volvió a ser tarea de pocos, por muchos esfuerzos, voluntad y compromiso que muestren los fiscales y otras personas que les apoyan. Ante ello surge una pregunta: ¿basta con alianzas temporales o que haya victorias simbólicas en la lucha por la democracia social hondureña o se requieren conquistas institucionales y vinculantes concretas para una participación ciudadana sostenida y creciente? En una primera lectura de los hechos, el derrocamiento de Zelaya propició una alianza coyuntural anti golpe que no necesariamente se mantendrá en el largo plazo, pero que en lo inmediato ha logrado que se rompa con el conservadurismo y la tendencia a la pasividad, resignación o complicidad política que el mismo sistema ha propiciado por años y que solamente ha sido rota o cuestionada por unos pocos.

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La agenda perdida de la transición

1.
En 1982, con el retorno al orden democrático, se abrió en Honduras un abanico de transiciones que a partir del texto constitucional debía expandir las oportunidades y capacidades de las personas y de la sociedad en su conjunto para lograr un mayor bienestar colectivo. La primera transición era jurídica; pasar de un régimen de facto a uno de derecho, lo que llevaba implícito un proceso de desmilitarización de la sociedad; la segunda política; establecer el mecanismo electoral para garantizar la alternabilidad en el gobierno y ampliar los derechos civiles de la ciudadanía; la tercera económica; pasar de una economía cerrada y oligopólica a otra abierta, interna e internacionalmente; y la cuarta social; que en lo esencial implicaba pasar de una cultura autoritaria, represiva y representativa a otra democrática, tolerante y participativa, y a la reducción de las desigualdades y de la pobreza.
La línea de partida de esas transiciones fue compleja; en lo externo el conflicto centroamericano, con tres países vecinos en los cuales se disputaba el poder con propuestas antagónicas/violentas y en lo interno con una situación políticamente frágil e inestable, extrema debilidad institucional, economía carente de eficacia y competitividad, inequidades y desigualdades sociales profundas, crisis de identidad nacional y la fragmentación imponiéndose a la concertación.
El contexto requería de los sectores gobernantes una visión de país y un acuerdo nacional para intentar los tres desafíos básicos: la reforma institucional democrática, la modernización económica con sentido de equidad y la consolidación de prácticas democráticas participativas que fueran más allá de lo electoral. En términos generales, los dirigentes políticos hondureños fracasaron en el cumplimiento de esas responsabilidades nacionales y su preocupación se concentró en resucitar el bipartidismo (entendido como un modelo de sociedad que tiene en los partidos Liberal y Nacional su eje político central) y acaparar la mayor cuota de poder posible. La ilegalidad y el irrespeto a la Constitución y demás leyes se convirtieron en un proceder y conducta rutinaria de la clase política dominante. Es en la ilegalidad, no en la legalidad, donde cimentaron su poder y el golpe es una consecuencia de ello.

2.
De las cuatro transiciones, los mayores avances fueron pasar de un régimen de facto a uno constitucional civil, la disminución del protagonismo militar en la vida pública, establecer el mecanismo electoral para garantizar la alternabilidad en el gobierno, y pasar de una economía cerrada a otra abierta internacionalmente. En contraste, la agenda olvidada o sepultada fue pasar de un régimen de facto a uno de derechos (lo que implica potenciar la ciudadanía, entendida ésta como el derecho de tener derechos), no se construyó un sistema de justicia independiente y eficiente, no se pasó de una economía oligopólica a otra abierta internamente (la tendencia fue al contrario, reduciendo a la ciudadanía al papel de elector y/o consumidor) y tampoco hubo un combate efectivo a la pobreza y las desigualdades. Con ello surge la contradicción de fondo de la democracia hondureña: promueve una democracia procedimental o instrumental (siete elecciones generales consecutivas y más de cuatro mil leyes que se incumplen) pero no una democracia integral. Esa democracia procedimental o instrumental ni siquiera califica como una democracia electoral puesto que ésta realmente no ha existido. El sistema electoral fue creado y opera a partir de una lógica pro-bipartidista y bajo el supuesto de que son las elecciones las que crean la democracia y no la democracia la que crea las condiciones para elecciones democráticas. Por ello, progresivamente se fueron erosionando la credibilidad de los principales actores de la vida política (especialmente los partidos) y también de las instituciones democráticas (ilegalidad e ilegitimidad).

3.
La gobernabilidad hondureña bipartidista se afianzó en la construcción misma de un Estado patrimonial y clientelista que tutelaba la corrupción pública y privada. Se estima que entre 1982 y el 2006 las pérdidas de fondos públicos por la vía de la corrupción suman más de 700 mil millones de lempiras (tomando como promedio 10% del Presupuesto Nacional de cada año). Cabe preguntarse, ¿dónde fue a parar esa suma?, ¿qué poderes fácticos creó y consolidó?, ¿Qué repercusiones legales, políticas, económicas y culturales tuvo? ¿Qué inversión social pudo hacerse con esos recursos? Con cada gobierno no sólo aumentaban los montos de la corrupción sino que ese fenómeno y su impunidad capitalizaban poder en un grupo privilegiado que pronto estuvo en capacidad de capturar al Estado y a quienes lo administran. Ello explica que la necesidad de contar con programas de gobierno haya sido simplemente un requisito formal electoral, puesto que una vez ganadas las elecciones es cuando se estructura la agenda verdadera y sus beneficiarios, de tal manera que la democracia representativa consolidó un círculo político de hierro que se volvió corporativo y se lucró de sus influencias y conexiones con el Estado. Ese sector limitó la democracia a un ejercicio electoral cada vez más desprestigiado por el fraude y la incompetencia de los gobiernos. Bajo esas condiciones disminuyó el entusiasmo de la población hacia las instituciones democráticas y sus mecanismos de consulta electoral. Desde 1985 hasta el 2005 la participación electoral en las elecciones generales bajó aproximadamente 33 puntos porcentuales, pasando de 84% a 56% del padrón electoral, y con una tendencia a incrementar los porcentajes de abstención/ausentismo en las votaciones, como ocurrió en las elecciones primarias de noviembre del 2008 cuando el abstencionismo-ausentismo rondó 66.4 % del electorado.

4.
El abstencionismo/ausentismo ciudadano confirma un rechazo creciente a la política tradicional que ha manejado la transición, pero esa actitud en las urnas no deriva en opciones políticas alternativas y democráticas. Lo que si subraya es que a la brecha social y económica se suma una brecha política y de representatividad (crisis de liderazgos) que separa cada vez más a los actores políticos de la ciudadanía y a la ciudadanía de los actores políticos. Los políticos convertidos en gobierno y poder no toman en cuenta las preocupaciones fundamentales de la población: violencia, alto costo de la vida, desempleo, corrupción, educación, salud, mala justicia y falta de esperanza en un futuro mejor. Con la crisis del Golpe de Estado se refleja precisamente la ausencia de una visión compartida, de lineamientos y proyectos comunes en la sociedad hondureña.

5.
En el escenario estructural de fondo, el golpe de Estado es un acto de fuerza, pero también una manifestación de debilidad al reflejar el desgaste y la crisis acumulada del modelo bipartidista. El saldo básico histórico de los gobiernos liberales y nacionalistas es la falta de oportunidades para todos y la concentración de las mismas para pocos; un país carente de estrategias (planificación) de desarrollo, de continuidad y mejoramiento de la calidad en sus políticas públicas. Cada gobierno inicia de cero para corresponder al clientelismo que lo lleva al poder. De esa manera, no son recursos financieros necesariamente los faltantes en Honduras para afrontar sus debilidades y carencias, sino ideas, compromisos y mecanismos efectivos de transparencia, control y rendición de cuentas. Más que falta de inversión social ha sido el mal uso –robo e ineficacia - de esa inversión social lo que ha imperado. Se estima que el gasto social per cápita pasó de 5.8 dólares en 1960, a 12 en 1970 y a 41 en 1980. Paradójicamente, en plena transición social, a lo largo de la década de los 80 el gasto social per cápita apenas se incrementó 3 dólares, para sumar 44 en 1990, cuando se inició el modelo de ajuste neoliberal. En todo caso, cualquiera sea el monto, el gasto social ha estado carente de esa abstracción que suele llamarse “voluntad política” a favor de la equidad y ello lo ha dejado expuesto a la corrupción institucional. La pauperización visible en los últimos 27 años de enormes contingentes de la población (y que explica sus éxodos y también su resistencia) no sólo es una violación clara a sus derechos fundamentales sino que ha cambiado el tejido de la sociedad y su percepción de la democracia. Muchos de esos pobres, declarados en rebeldía ante el golpe, son despectivamente llamados “los jucos” por los golpistas.

6.
En el apartado de las raíces estructurales se debe apuntar que a una democracia socialmente injusta, con alta concentración de la riqueza en pocas manos, corresponde una institucionalidad débil y la ausencia de un enfoque de derechos en la gestión del Estado. El desplome total en estos días del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos es un ejemplo visible, pero no el único. Todas las instituciones involucradas en el golpe se encuentran en crisis. La búsqueda de la integración social y de mecanismos de cohesión no ha sido prioridad del Estado, al contrario, la desintegración se ha promovido no sólo como instrumento de control político sino de rentabilidad económica. Para el caso, la incesante emigración hacia el “norte” además de reducir la presión social (son las capas medias empobrecidas las que más escapan del país) se ha convertido en la principal fuente de divisas, por arriba del conjunto de las exportaciones de bienes y servicios. La oferta constitucional de 1982 era que todos los hondureños y hondureñas nacían iguales en derechos, pero eso es retórica; alejada de la realidad. Un indígena lenca, por ejemplo, tiene casi la mitad de la esperanza de vida que un habitante urbano con recursos económicos solventes. La propuesta política de Zelaya de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente que aprobara una nueva Constitución encontró un asidero firme entre los sectores de la población que han sido y se consideran excluidos de su beneficio y aplicación. A manera de gran conclusión: la estabilidad institucional adquirida a partir de 1982 no condujo a una mejora importante de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Hubo “recuperación política”, pero no recuperación social ni económica. Esa agenda olvidada es la que impide a Honduras abandonar el siglo XX.


El papel del neoliberalismo

7.
En esta crisis tampoco hay que olvidar la responsabilidad del neoliberalismo y sus gestores, tanto nacionales como internacionales. La misma pregunta que recorre América Latina ha estado presente en Honduras: ¿cómo construir y sostener la democracia conviviendo con la desigualdad y la pobreza? Las desigualdades y la excesiva concentración de la riqueza en pocas manos no nacen con el modelo de ajuste implantado a partir de 1990, pero si se acentúan. Con el bipartidismo la evolución de la economía hondureña se ha caracterizado por un bajo crecimiento anual del PIB per cápita y una injusta distribución de la renta nacional. Entre 1960-2000 el crecimiento anual per cápita promedio fue de 0,8%, contrastando con una tasa de crecimiento poblacional superior al 3% anual. Una consecuencia inevitable fue el debilitamiento del Estado, pero también del tejido social. La brecha entre ricos y pobres creció, pero también la brecha entre los ricos y los clase media. Las cifras de la desigualdad en el ingreso varían conforme los métodos con los cuales se obtienen, pero tanto la CEPAL, Banco Mundial, OIT y otros organismos multilaterales coinciden en ubicar a Honduras en el primer bloque de los países más desiguales de América Latina, junto a Bolivia y Brasil, donde 10% de la población acapara hasta un 51% del ingreso nacional (o más). El ingreso per cápita del quintil más rico en Honduras supera en promedio 33 veces al del más pobre. De hecho, según la CEPAL, la evolución de la estructura de la distribución del ingreso entre 2002 y 2007 muestra tres situaciones claramente diferenciadas en América Latina. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Venezuela “presentan una importante reducción de la brecha entre los grupos extremos de la distribución, tanto por el aumento de la participación en los ingresos de los grupos más pobres como por la pérdida de participación de los hogares situados en la parte más alta de la escala de distribución”. Un segundo grupo de países, constituido por Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Perú y el Uruguay, se caracteriza por un “relativo” estancamiento de su estructura distributiva. Aun cuando en la mayoría de ellos las brechas han tendido a reducirse, las eventuales variaciones no han sido suficientemente significativas. Por su parte, en Guatemala, Honduras y la República Dominicana lo que pasó es que aumentaron las brechas entre grupos extremos de la escala de distribución.

8.
La desigualdad por la vía del ingreso es apenas una de las formas en que se encarnan las desigualdades en Honduras; y cada desigualdad genera otras, a cual peores y casi en proporción geométrica. Sólo hay que ponerse a pensar en las desigualdades por razón de género o las desigualdades ideológicas o las desigualdades de quienes controlan los recursos públicos y privadas, o las desigualdades que surgen de las normas legales o de los prejuicios sociales. Pese a la injusticia crónica y visible, los capitanes del capital, consideran que el país está bien como está, que quizá requiera algunos retoques pero nada más. Ideológica y políticamente no avanzaron, por eso no extraña que para el golpe hayan recurrido a figuras, métodos y justificaciones de la guerra fría de los años 80, como la justificación de sus abusos e ilegalidades a partir de la supuesta existencia de un “estado de necesidad” o del “mal menor”. A ese sector se le puede aplicar la frase de que si pierden un milímetro de sus privilegios, piensan que han perdido un kilómetro, lo que explica, de alguna manera, que despreciaran la oportunidad histórica que les ofreció Mel Zelaya de reciclarse puesto que el presidente derrocado nunca dejó de ser liberal, por muy chavismo de que lo acusaran.


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Lo coyuntural: El Presidente Zelaya, el Chavismo y la cuarta urna

9.
El 27 de enero del 2006 asumió la Presidencia de Honduras, Manuel Zelaya luego de ganar inesperadamente las elecciones generales con 23% de los votos válidos a su favor. Ese porcentaje tan bajo confirmó el desencanto de la población respecto a la democracia electoral porque la población no siente mejoras importantes en sus condiciones de vida. Zelaya llegó a la Presidencia con una sobrecarga de ofertas y bajo la presión de una fuerte demanda de mejoras visibles a corto plazo. Sin embargo, había cierto optimismo respecto a su gestión puesto que coyunturalmente los principales indicadores económicos mostraban cifras positivas, aunque volátiles. Al margen de las expectativas, el golpe confirma que Zelaya a lo sumo tuvo una oportunidad buena para la reforma, pero no para anunciar o prometer transformaciones sustanciales. Cualquier intención de cambio estaba condenada a darse en un contexto de gobernabilidad frágil y asediada. Una pregunta de fondo no se planteó en el Palacio de Gobierno: ¿qué era lo posible y qué era lo deseable? Para efectivamente intentar cambiar el rumbo del país, se tenía que corregir un error histórico: el mantenimiento de un modelo de crecimiento económico que profundiza las desigualdades y las inequidades.

10.
El Presidente Zelaya tuvo muchos desaciertos (entre ellos la inefectividad de su gobierno, su protagonismo por encima de la institucionalidad y la legalidad, su permisividad a los abusos, la pésima escogencia de su gabinete -con escasas excepciones- y su falta de una propuesta coherente de gobierno), pero también introdujo elementos interesantes y novedosos en el ejercicio del poder. En su nuevo papel y ante la imposibilidad real de satisfacer las demandas gremiales, de empleo y protección social, Zelaya propuso la construcción de un acuerdo nacional al margen de los problemas inmediatos del país, y por encima del bipartidismo y de los procesos electorales: la convocatoria (cuarta urna) a una Asamblea Nacional Constituyente con la responsabilidad de aprobar una nueva Constitución de la República para “refundar Honduras”. La nueva Constitución fue proyectada desde el oficialismo como “la solución total a los problemas nacionales”, mientras que para la oposición oligárquica era “el caballo de Troya de Chávez y la madre de todos los males por venir”. El riesgo de la iniciativa presidencial era elevado, sobre todo cuando innecesariamente involucró a las Fuerzas Armadas en el proyecto de acarreo para la consulta de la cuarta urna y les dio la excusa para iniciar la lucha contra lo que denominan “el comunismo disfrazado de Socialismo del Siglo XXI”. Zelaya desde el inicio de su mandato cortejó a las Fuerzas Armadas y lo hizo de la manera más tradicional: a cañonazos de presupuesto. La primera acción en esa vía fue asignarles cuantiosos recursos para proteger los bosques de la región oriental (a costa incluso de un movimiento ciudadano que se había venido construyendo paulatinamente) y lo cerró con la decisión de encargarles –como si fuera una empresa civil- la construcción de una terminal comercial en el aeropuerto de palmerota. Sin embargo, la ideología se impuso y, de hecho, el golpe se comenzó a preparar desde hacía meses, pero no hubo intentos serios por evitarlo, ni se calculó su magnitud e impacto. Para Casa Presidencial, el tiempo corría demasiado rápido en su contra. En un escenario de crispación y carente de posibilidades reales de concertación, el gobernante optó por intensificar su retórica ante los denominados “poderes fácticos” y, en paralelo, fortalecer una política que sus adversarios siempre calificaron de “populista”. Además de un aumento significativo y justo al salario mínimo, relanzó la Red Solidaria (merienda escolar, matrícula gratis, paquete básico de salud, bono tecnológico, bono y becas estudiantiles) que pasó de un presupuesto de 2,222.7 millones de lempiras en el 2006 a 3,446.4 en el 2008. Al mismo tiempo decidió, en su último año de mandato, no enviar al Congreso Nacional, para su aprobación, el proyecto de Presupuesto General correspondiente al 2009. La confrontación entre el Poder Ejecutivo y los grandes dueños del poder político, económico, financiero y mediático estaba en su fase culminante, y en alguna mansión unas cuantas familias fijaron la fecha para desempolvar el viejo recurso del “madrugón castrense” y pusieron en acción a las viejas y nuevas lealtades.


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El Golpe Militar o el retorno de los viejos tiempos

11.
El 28 de junio tuvo lugar el “Golpe de Estado” y la expulsión arbitraria del país del Presidente Zelaya. Treinta años después de que el General Melgar Castro fuese sustituido por la vía rápida por el General Policarpo Paz García, las Fuerzas Armadas salieron de sus cuarteles no para asumir directamente el poder, pero sí para tener más poder, y bajo el argumento de atender el reclamo de los civiles para tutelar la alternabilidad democrática. Los detalles de cómo se urdió el golpe, cómo y quiénes participaron seguramente saldrán a luz pública pronto. Lo que se desencadenó es la peor crisis político-institucional desde el retorno al orden constitucional. En un marco de irrespeto a las leyes, nadie midió las consecuencias de sus actos. Los golpistas comenzaron con el absurdo jurídico de negar el Golpe de Estado y llamarle sucesión presidencial e incluso un rutinario cambio de gerente por otro. El rechazo diplomático de la comunidad internacional a esas afirmaciones fue unánime, aunque no decisivo en lo inmediato. La valoración de la repercusión internacional del Golpe y sus implicaciones en América Latina (especialmente en los países del ALBA) o en los vínculos del continente con Washington merece un análisis específico. Es obvio que en Honduras se interiorizó el conflicto internacional, pero conservando para los ejecutores del golpe un margen propio de toma de decisiones. Para Micheletti y sus partidarios el objetivo central no era la encuesta (la encuesta, legal o ilegal, fue una excusa) sino el proyecto chavista en Honduras que podía fortalecerse a partir de la consulta. Temieron que Zelaya acumulara más poder que el bipartidismo y convocara antes de las elecciones generales de noviembre próximo a una Asamblea Nacional Constituyente que aprobara una nueva Constitución bajo el socialismo del siglo XXI y le permitiera al mandatario continuar en el poder. El golpe fue preventivo, marcado por el temor ideológico que del discurso presidencial se pudiera trascender a los hechos sociales. Así se explica que los cargos contra el Presidente Zelaya son de naturaleza política: “Traición a la Patria, intento de cambiar la forma de Gobierno, abuso de poder y desacato a las autoridades”. A Zelaya no lo quitan por acusaciones de corrupción (esas surgen después; todo fue después; la supuesta carta de renuncia del mandatario, la orden de captura, el requerimiento fiscal, las investigaciones de los organismos contralores, etc) sino por el riesgo que implicaba para el estatus quo que la “semilla de la confrontación ideológica y de clases fuera sembrada en Honduras”.

12.
Por sus características, el golpe confirmó el aglutinamiento de la ultraderecha en un solo bloque y la puesta a disposición de todos sus recursos, mediáticos, ideológicos, financieros y represivos, en respaldo al cuartelazo. Con absoluto apego bipartidista, los golpistas tienen un proyecto que en un principio se revela claramente como conservador, anticomunista y nacionalista. Una de las organizaciones creadas para apoyar a Micheletti refleja precisamente la mentalidad en el trasfondo: “Movimiento Honduras es nuestra”. Dentro de su visión abogan por la integración de las iglesias al Estado, por mantener el modelo de economía neoliberal y por la necesidad de preservar al país bajo los “valores” de siempre (Dios, Patria, Libertad y Mercado).

13,
¿Cuánto tiempo se sostendrá Micheletti en el poder? El plan oficial es entregarlo el 27 de enero próximo a quién resulte ganador en las elecciones generales de noviembre. Puede que llegue hasta esa fecha y puede que no. La situación económica y social tiende a ser insostenible, y la posibilidad de que la represión se intensifique es muy alta, en todo caso el golpe puede ser de corto plazo, pero el golpismo no.

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Perspectiva general de la crisis

Con las profundas heridas institucionales y sociales que se derivan del Golpe de Estado, la precaria gobernabilidad actual se mantendrá antes e inmediatamente después de las elecciones generales de noviembre próximo, y es improbable que los comicios satisfagan la aspiración de las elites de poder de que sean el instrumento para normalizar la situación nacional, aunque lleguen a ser “transparentes y concurridas”. Para los candidatos presidenciales de los partidos liberal y nacional (que se han revelado incapaces de proponer soluciones a la crisis) el peor escenario posible sería recibir la banda presidencial de manos de Micheletti. Influyentes naciones, como España, han advertido que no reconocerían la legitimidad de ese traspaso.
Lo que vendrá después del 27 de enero tampoco será fácil. Además de que lo peor del desplome económico y financiero se sentirá en el 2010, el golpe, agresivo y fundamentalista, agudizó una polarización ya existente en la sociedad hondureña y le redescubrió una variable política e ideológica que se venía gestando inadvertida, pero consistentemente en el marco de las desigualdades. Ese carácter cismático de la crisis, presente incluso en el interior de las propias familias, persistirá después de que se alcance algún acuerdo de solución temporal, de tal manera que la tendencia inmediata es a una inestabilidad creciente y que la misma encuentre nuevos factores desencadenantes; electorales, económicos y sociales. El panorama se agrava porque la institucionalidad, ya de por sí debilitada, terminó de afectarse con los sucesos del 28 de junio, lo que implica que las tareas de reconstrucción de la administración pública (y también de la ciudadanía organizada) serán complejas y de largo plazo. A lo anterior habrá que sumar que el costo económico y social del golpe es muy elevado (los empresarios lo estiman para ellos en más de tres mil millones de lempiras en el primer mes) y su impacto se sumará al de la crisis internacional que ya estaba teniendo efectos. En suma, el país no iba bien y ahora va peor. Un panorama de tanta inestabilidad e incertidumbre plantea que una respuesta estable y duradera al golpe y al golpismo pasa porque en la mesa, externa e interna, de negociaciones se reconozca el papel de la ciudadanía como sujeto de las mismas y se aprueben reformas estratégicas de Estado. Avanzar en la democracia participativa es una exigencia real, no inventada. Ya en el pasado reciente desperdiciamos la coyuntura excepcional que brindó el impacto del huracán Mitch para transformar Honduras; sería una tragedia que también se desaproveche el potencial de cambio que encierra esta fractura. La sombra de los muertos por balas reales, no de goma, víctimas de la represión, vuelven cínica cualquier demagogia al respecto. Quizá el elemento esperanzador radique en reconocer que la necesidad del cambio no nació con Mel Zelaya, y tampoco morirá con el golpe. Sin duda, es otra la Honduras después del 28.


Tegucigalpa
31 de julio de 2009.

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Hoy: 08/07/2009


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En las negociaciones de San José, ¿dónde está la ciudadanía?
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Utilizo deliberadamente el concepto de ciudadanía por dos razones básicas. La primera es que ha sido el menos manoseado en esta crisis en la que se ha cooptado o tergiversado hasta la saciedad el significado de pueblo, sociedad civil, democracia, libertad, patria…(recuperarlos será una tarea posterior). La segunda razón es que para mí el concepto de ciudadanía no sólo es la asunción plena de derechos y deberes, sino que lleva implícita dos características fundamentales: el sentido de pertenencia a una comunidad y la preocupación por su destino. Y ambas vienen al caso ahora que se inician en San José de Costa Rica las negociaciones entre el Presidente Manuel Zelaya Rosales y Roberto Micheletti, con la mediación o arbitraje de Oscar Arias Sánchez.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre, así como el golpe de Estado es golpe de Estado y no sucesión, estas negociaciones son negociaciones y no simplemente planificaciones. Este era un escenario previsible, así como de previsible es que de cómo resultado cambios para no cambiar, como el adelanto de las elecciones de noviembre, o que sea complejo y prolongado. La restauración legítima de Zelaya Rosales en Casa Presidencial supone la salida de Micheletti, así como la permanencia de Micheletti como gobernante de facto supuso la salida de Zelaya Rosales. Es imposible el uno con el otro simultáneamente. O es uno o es otro. Pero, como en otras circunstancias de la vida, siempre hay salidas alternativas que se negocian conforme la correlación de fuerzas entre los bandos; fuerzas nacionales e internacionales.
El temor es que esas “alternativas” sean para salvar la formalidad de la institucionalidad, pero no para encarar el fondo de la crisis. Honduras no es escenario de una sola crisis, sino de una crisis múltiple. En estos días aciagos lo que confirmamos es el agotamiento y desplome de la transición iniciada en 1982 y que no sólo resultó inconclusa, sino que se desnaturalizó. No es cierto eso de que “todos” los hondureños y hondureñas somos “responsables” de lo ocurrido (eso es tan falso como el cálculo del ingreso per cápita que pone bajo al mismo indicador las ganancias de los grandes empresarios y los pírricos ingresos de un campesino). Alguna cuota tendremos todos cuando no hemos hecho lo suficiente para cambiar el rumbo del país, pero la mayor responsabilidad la tiene esa clase política y empresarial que en lugar de respetar la Constitución y las leyes y construir un Estado democrático de Derecho y derechos, terminó creando un Estado patrimonial y clientelista; capaz no sólo de ofrecer impunidad, sino de tutelar la pérdida de al menos 800 mil millones de lempiras en corrupción pública entre 1982 y el 2008. Cabe preguntarse, ¿dónde fue a parar esa suma?, ¿qué poderes fácticos creó y consolidó?, ¿Qué repercusiones legales, políticas, económicas y culturales tuvo? ¿Qué inversión social pudo hacerse con esos recursos? La influencia de esa fortuna mal habida explica que en cada gobierno las prioridades nacionales dieron forma a una agenda que reflejaba más los intereses personales y de grupos que del conjunto de la sociedad, de tal manera que la democracia representativa, la que defienden a capa y espada la mayoría de los diputados, consolidó una elite política que se volvió empresarial y se lucró de sus influencias y conexiones con el Estado.
El robo de la CONADI de los años 70 es un juego de niños si se lo compara con el latrocinio de los años siguientes. Ese dinero no sólo aumentó las cuentas bancarias, destrozó la ética pública y personal, sino que volvió más poderosos a sus beneficiarios; poderosos dentro de la ley y poderosos al margen de la ley. La corrupción y no la legalidad ha sido la base de la gobernabilidad del bipartidismo en Honduras. Un bipartidismo que no debe reducirse a su mínima expresión: los partidos Liberal y Nacional. El bipartidismo es un modelo de hegemonía y usufructo del Estado y la sociedad hondureña que incluye representaciones políticas, empresariales, sociales y culturales. Se puede ser o representar intereses bipartidistas sin militar en el Liberal o el Nacional o, incluso, aparentar estar en la oposición. Por eso, al mismo tiempo que alienta, preocupa la negociación que ha comenzado en San José.
Alienta porque no hay duda que debe encontrarse una salida a las circunstancias agravadas y desatadas por el golpe, pero preocupa en tanto sean soluciones bipartidistas, sesgadas y evasivas frente a los grandes desafíos nacionales, con el agravante de un mediador conservador que podrá tener buena voluntad, pero escaso conocimiento de la realidad nacional. ¿Cuáles son las expectativas que generan estas negociaciones? Lo que muchos esperan como saldo es el retorno a la “paz”, la “normalidad”, la “tranquilidad” y que represente el inicio de la “reconciliación nacional”. Otros, en la misma dirección aunque de diferente punto de partida, esperan que logre el “el retorno a la legalidad de antes del 28 de junio”, pero ¿de qué hablan? ¿A cuál paz, normalidad, tranquilidad, reconciliación nacional o legalidad se refieren?
¿Paz? Con una violencia que deja más de 4000 asesinatos por año; ¿Normalidad? Con ocho de cada diez familias sobreviviendo en la pobreza. ¿Tranquilidad? Con la destrucción sistemática de la clase media; ¿Reconciliación Nacional? Con menos de 3% de la población concentrando 50% de la riqueza nacional; o ¿legitimidad? Con la ausencia casi total de seguridad jurídica y verdaderas garantías individuales.
Tampoco es viable retornar a la situación previa al 28 de junio, incluida la “cuarta urna”, a la que con tanta pasión se opusieron los llamados “poderes fácticos” y que con tanta pasión respaldaron sus defensores. En el escenario hondureño el golpe pudo ser previsible y evitable, pero no se trabajó en esa dirección. El propio Zelaya Rosales admitió ante la Junta de Comandantes la noche del 24 de junio que su proyecto había sido derrotado institucionalmente y que lo suspendería. Ese fue uno de los puntos que no leyó, aunque estaba escrito en el comunicado, cuando despidió al general Romeo Vásquez y aceptó la renuncia del Ministro de Defensa, abogado Edmundo Orellana Mercado. Pero a esas alturas estaba claro que del lado del gobierno no había más propuesta que la “cuarta urna”.
La crisis de fondo, la que se acumula desde 1982, requería del Presidente Zelaya Rosales una visión y un consenso básico para intentar los tres desafíos claves postergados de la transición: la reforma institucional y electoral democrática, que rompiera el monopolio de la clase política tradicional; la modernización económica y fiscal con sentido de equidad, tomando en cuenta al mercado, la ciudadanía organizada y la globalización internacional; y la consolidación de prácticas y mecanismos de participación democrática que fueran más allá de lo electoral. Hoy el sistema se proclama democrático y se da palmadas en la espalda congratulándose por haber aceptado la candidatura presidencial de Carlos H. Reyes, la candidatura a diputado de un político de Islas de la Bahía, la candidatura de Doris Gutiérrez a la Alcaldía de Tegucigalpa y unas cuantas candidaturas independientes más en pequeñas municipalidades. Eso es todo; pocas y bajo reglas electorales y políticas desiguales, pero el Tribunal Supremo Electoral (TSE) cacarea como si en lugar de un huevo, hubiese puesto un asteroide (parafraseando una cita de Mark Twain).
¿Volver a la situación previa al 28? ¿Esa es ahora la propuesta? ¿De nuevo la única en este momento histórico para el país? ¿Es para eso que murió el joven Obed Murillo Mencía? ¿A eso se limita todo el esfuerzo y la esperanza que representa la movilización popular que todos los días marcha? Hay quienes, en defensa de sus propias posturas, sostienen que todas las injusticias e inequidades serían resueltas con la nueva Constitución de la República que prometía la Asamblea Nacional Constituyente; sin haber cambiado nada previamente del país, sin que a la presunta “recuperación política” del poder le correspondiera una recuperación social y económica. En Ecuador, que es un ejemplo citado constantemente como modelo, la Constituyente y la nueva Constitución no fueron el inicio de la lucha ciudadana; sino una de las consecuencias de su fortaleza y capacidad de acción. Aquí se pretendió hacer lo contrario; tomar la vía más fácil, la pavimentada, la financiada, que ofreció el ala del Partido Liberal encabezada por Mel Zelaya.
En San José de Costa Rica no sólo están ausentes quienes puedan representar la diversidad de la sociedad hondureña sino que están ausentes propuestas para poner a este país en la dirección correcta. Aquí ya no vale la pena comparar la “conversión” de Mel con la de Monseñor Romero; equiparar su sombrero y mostacho con los de Pancho Villa o asociar su discurso en la Fuerza Aérea con el de Salvador Allende en La Moneda, y esperar un milagro; las transformaciones no caen del cielo
Hasta ahora había sido fácil evadir un debate de la realidad nacional. La sociedad, de uno y otro lado, fue orientada a polarizaciones que no necesitaban mayores argumentos: “¡O estás con Mel o contra Mel¡ o ¡Estás con la “cuarta urna” o contra la “cuarta urna”¡ o ¡De qué lado estás, de este o del otro¡ No hubo derecho a preguntar, cuestionar o a dudar por la compra y venta que se percibía (“¿por qué tan purista, compañero?”, era la respuesta). Ante el asombro de un maniqueísmo sospechoso, una doctora me lo dejó claro: “así están planteadas las cosas…” en blanco y negro. Hoy tenemos un golpe de Estado de ultraderecha que tiene muchos responsables, no sólo sus protagonistas directos. ¿Cómo es posible que no se hubiese previsto y el daño que causaría? Este golpe va más allá de los hechos inmediatos y contra Mel Zelaya o Chávez. De prosperar no sólo es contra el presente, sino contra el futuro de Honduras. Es un nuevo tipo de “guerra fría”, la que atenta contra la ampliación de derechos y libertades democráticas en casi todos los campos de la vida. Es la defensa a ultranza de un siglo XX, desigual e inseguro, justo cuando el mundo nos demanda entrar al siglo XXI.
En esa perspectiva, lo que demandamos es que en San José no se negocie sobre el poder y la impunidad, sino que fuera un punto de partida para retomar el reto histórico de democratizar verdaderamente a Honduras, de transformarla en una nación segura, tanto para la inversión como para la vida. Lista para aprovechar ese bono demográfico que representa su juventud mayoritaria, y el privilegio de los recursos naturales de que dispone. Ojala fuera así, pero hasta ahora Los políticos convertidos en gobierno no han tomado en cuenta las preocupaciones fundamentales de la población: violencia, alto costo de la vida, desempleo, corrupción, educación, salud, mala justicia y falta de esperanza en un futuro mejor. Con la crisis del Golpe de Estado se refleja precisamente la ausencia de una visión compartida, de lineamientos y proyectos comunes en la sociedad hondureña. Ese es el vacío que debemos llenar y la negociación para lograrlo no debe ocurrir en el extranjero, sino en el interior de nuestro país. El pueblo ha demostrado una capacidad de resistencia extraordinaria, pero le faltan las propuestas verdaderas que lo orienten y movilicen. Y lo peor es que esas propuestas existen, se han venido trabajando en ellas por años y aparecen por todo el país, pero pocos han tenido el compromiso verdadero, el tesón, la disciplina y la energía de acompañarlas. ¿Se imaginan esas miles y miles de personas que han estado recorriendo las calles y plazas de nuestras ciudades y pueblos marchando a diario para combatir la corrupción, el cese de la impunidad y demandar una transformación real de nuestro país? Sería otra Honduras, no la víctima que es ahora.
Reitero: esa otra Honduras no vendrá de una negociación entre políticos y para políticos, ni de una mediación internacional. Tampoco se hará sin ellos, pero debe ser un esfuerzo fundamentalmente nacional y de quienes, sin importar su nacionalidad, quieran a este país y le deseen un futuro mejor. No hay mucho tiempo para lograrlo. Socialmente, las perspectivas a corto y mediano plazo pueden volverse insostenibles. Además de las políticas, son malas las noticias por venir: incremento de los precios de los productos alimentarios, aumento de las tarifas de los servicios públicos, presiones para la devaluación, inseguridad social y jurídica, baja inversión privada y pública, mayor desempleo y subempleo, migraciones forzadas, violencia desde el Estado, divisionismo entre la propia ciudadanía organizada, amenazas ambientales y mayores privaciones para la mayoría, pero, con todo y todo, la coyuntura por el cambio sigue abierta porque no nació con la Presidencia de Mel Zelaya, ni será detenida por Micheletti. Hay que tomar la palabra a quienes impulsan las negociaciones de San José: “convocamos a todas las partes a evitar actos de violencia y a buscar una solución constitucional, pacífica y duradera a las serias divisiones de Honduras…”.


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Hoy: 06/07/2009


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Crónica de una manifestación pacífica en luto
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3:00 pm. La manifestación en contra del Golpe de Estado y que recibiría a Manuel Zelaya Rosales en el aeropuerto internacional de Toncontín, transcurría pacíficamente. No se requerían camisetas blancas ni hipócritas velas encendidas para reflejar la “no violencia”. La multitud ahí presente vitoreaba cada vez que los reporteros de Radio Globo (la única emisora que transmitió en vivo la marcha), a través de los altoparlantes, resaltaban el orden con el que los marchantes se manifestaban. En su momento culminante, la marcha se calculó en no menos de cien mil personas. Jóvenes, familias enteras e inclusive menores de edad caminaban –y reitero- pacíficamente por la avenida que conlleva al aeropuerto. Los retenes de la policía “cedían” aparentemente con la misma serenidad del paso de la masiva aglomeración ciudadana. Por su parte, los soldados de las Fuerzas Armadas permanecían colocados estratégicamente dentro del aeropuerto y en posición de guerra vigilaban fríamente (se advirtió a la población la presencia de francotiradores). Los manifestantes sabían que su arma era marchar pacíficamente. No había ningún disturbio, hasta ese momento se observaba a pesar de la presencia de las autoridades castrenses, una relativa calma.

Inclusive una mujer se le acercó a un soldado y le dijo:


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-Ustedes no nos van a golpear, ¿verdad? Si ustedes también son del pueblo. El soldado no respondió, pero aceptó la bolsa con agua que la mujer le había ofrecido.

Un cable noticioso leído en la radio creaba incertidumbre y generaba una sensación de triunfo dentro de los marchistas. “Los ex presidentes hondureños Carlos Flores y Ricardo Maduro –junto a otros oligarcas-, pertenecientes a la élite política tradicional y dueños de grandes empresas, decidieron esta madrugada retirar su apoyo a los golpistas”. Esta noticia no se ha confirmado, pero tampoco desmentido.

Mientras tanto crecía la multitud. Los vuelos en las terminales se habían cancelado. La gente sólo esperaba un avión, el que les trajera de vuelta a Zelaya.

Por su parte Micheletti, en plena cadena nacional, se mostraba intransigente ante las preguntas de los medios internacionales. El Gobierno de Facto repetía hasta el cansancio de los periodistas extranjeros el mensaje que Nicaragua y Venezuela estaban agrediendo la “soberanía” nacional. El canciller golpista, Enrique Ortez Colindres –el mismo que le dijo “negrito ignorante a Obama”, pretendía dar clases de historia política (olvidándose que en esta ocasión no tenían frente a ellos a esa prensa corrupta a la que están acostumbrados), mientras los periodistas urgentes de respuestas concretas, sonreían ante el absurdo discurso. “Estamos acompañando al presidente legítimamente electo de la república de Honduras, a Micheletti, como le dicen ustedes”, terminó diciendo Colindres.


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- ¿Ha trascendido que un grupo de empresarios les han retirado su apoyo, nombres como Chukry Kafie, Jorge Larach, Maduro…? Y otra pregunta, ¿usted es electo por quién?, le consultó una periodista hondureña a Micheletti.
- A mi no me va a presionar nadie. Si usted ha leído la Constitución de mi país, de su país, usted podrá darse cuenta, aunque a usted no le guste y se ría, nosotros somos la representación auténtica del pueblo, contestó enfurecido el presidente de facto.

Como medida de censura, la transmisión de la radio se entrecortaba a raíz de las múltiples cadenas nacionales en las que se repetía (6 o 7 veces retransmitieron) la postura golpista del salesiano Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, en el cual legitimando un “probable baño de sangre”, secundaba la posición del gobierno de facto y sobre todo, un eventual uso excesivo de la fuerza militar. Desde ya se difunde que inclusive desde Roma se le desprecia su postura.

En otro rincón de la marcha, con mi colega nos acercamos a una activista liberal que descansaba en las paredes de un restaurante trasnacional -frente a la entrada principal del aeropuerto. A su lado había una pinta que decía: ¡Cardenal, fascista y golpista!
¿Usted es activista liberal?, le consultamos a la mujer. Sí, contestó. ¿Y cómo percibe que serán las próximas elecciones, apoyarán a Elvin Santos?, preguntamos. No, para nada. Elvin ya se fregó. Nosotros apoyaremos a César Ham, ya que es el que Mel va a apoyar. Y nosotros nos debemos a nuestro líder y ese es Mel, respondió.
Una joven asomándose a la plática agregó, “lo peor que nos puede pasar es que en las próximas elecciones gane Elvin o Pepe, que la gente se olvide de todo esto que está pasando, y sobre todo, que queden impunes los culpables de toda esta represión”.

Entretanto, canciones del grupo venezolano Guaraguao musicalizaba la esperanza pacífica de los manifestantes –entre otros, liberales, del Bloque Popular, indígenas, afrodescendientes, feministas, taxistas, estudiantes, obreros, independientes...

Por su parte el diputado de la Unificación Democrática, Marvin Ponce, descansaba en una de las aceras –visualmente cansado por su participación en las diversas marchas desde el domingo pasado, respondiendo las frecuentes preguntas que le hacían otros manifestantes: Marvin, ¿a qué horas vendrá Mel? El diputado respondía que el avión, con placa venezolana, ya había despegado del aeropuerto internacional de Comalapa en El Salvador y que no faltaba mucho para que aterrizara en Tegucigalpa.

3:50 pm. De pronto la situación cambió. Los reporteros señalaban que soldados de las FF AA estaban disparando en contra de los manifestantes. ¡No son balas de salva, son balas reales!, exclamó una mujer a la emisora. La marcha era tan grande que las detonaciones no se escuchaban desde donde estábamos con los demás colegas de El Inventario. “Se nos confirma que hay un joven gravemente herido, dicen que está muerto”, mencionaba el reportero. Las voces de los altoparlantes se apoderaron de la tranquilidad con la que la marcha se llevaba a cabo. Las sirenas de las ambulancias se encendían.

…”Apártense por favor, apártense por favor, que llevamos un herido…. Apártense por favor, apártense…”… decía a través de un megáfono un hombre en un carro que fungía como ambulancia.

El terror se había apoderado de la pacífica marcha. Los militares habían vuelto a hacer de las suyas.

Radio Globo confirma. Un joven había muerto y muchos más estaban heridos.

La música de los parlantes improvisados se detuvo. La gente corría. Más ambulancias aparecían. Y un avión sobrevolaba la ciudad. (Horas después a través de CNN y Telesur pudimos observar los vehículos militares que sobre la cabecera de la pista del vulnerable Toncontín obstaculizaron el aterrizaje de Zelaya y del titular de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Miguel D' Escoto).
El daño estaba hecho. El Gobierno de facto en contubernio con las FF AA se manchaban de sangre frente a los ojos del mundo. Un irresponsable francotirador había recibido las órdenes de atacar a los pacíficos manifestantes. Isis Obeth Murillo, un joven de 18 años procedente de Olancho, quien en su trasladado hacia el Hospital Escuela yacía muerto con un disparo en el cráneo.

Mientras todo esto sucedía, de nuevo cadena nacional. Con el fin de ocultar la represión existente, de nuevo el mensaje del Cardenal.

El avión no pudo aterrizar. ¿Por qué no lo dejaron aterrizar en Palmerola se preguntan desde Telesur? Minutos después el presidente venezolano Hugo Chávez expresa que EE UU está detrás de los golpistas.

“En el radar pudimos observar que habían aviones de la Fuerza Aérea hondureña a diez millas de nosotros, se nos amenazó un eventual ataque”, confirma horas después el Capitán Carlos Marcano, piloto del avión en el cual se trasladaba Manuel Zelaya Rosales.

El delito está grabado. Son innumerables los videos que ahora trascienden en el mundo, en los cuales se evidencia la brutalidad del Ejército hondureño, frente a una marcha pacífica. Por mucha censura y cerco informativo que intenten intensificar, no lo podrán ocultar.

Esta semana seguramente habrá más movilizaciones “blancas”, en las que seguirán vanagloriando a las FF AA. Probablemente el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos se preste de nuevo para encubrir los hechos.

En su edición digital, un periódico difunde: Los disturbios provocados por un desalojo de simpatizantes de Manuel Zelaya por parte del Ejército en las inmediaciones del aeropuerto habría dejado al menos dos muertos, según los reportes de radio Globo. Cruz Roja no ha oficializado víctimas. Falso. No hubo disturbios provocados por los manifestantes.

Minutos después de nuevo una cadena nacional. Se decreta un toque de queda, que inicia a las 6:30pm.

Media hora antes caminamos hasta las inmediaciones del boulevard de las Fuerzas Armadas. Un militar observa nuestra salida, su semblante se ha transformado (ya no eran las mismas caras que sonreían al recibir bolsas con agua), se dirige a un colega y desde el interior del aeropuerto grita: “no se vayan… Que apenas comienza lo bueno…”. Mi colega se enfurece, le grita traidor, se indigna, confronta, pero se le serena.

Tegucigalpa oscurece. El silencio se apodera de las calles. Hay una sensación de impotencia. Lamentablemente a estas horas del “toque”, hay un velorio que en soledad enluta toda una nación sumergida en la represión y la injusticia.


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Hoy: 04/07/2009


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Desde la censura también nace el ingenio


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Curiosamente en momentos de mayor represión, la sociedad encuentra más canales de expresión. La censura desata el ingenio. Una muestra son todas las “pintas” de repudio contra el Golpe de Estado que han devuelto a Tegucigalpa, parte de la dignidad que se robaban las paredes pulcras de los edificios y establecimientos comerciales.



Los mensajes rompen con la hipocresía y finalmente se ha comenzado a denunciar lo que hasta ahora era nada más un silencio que pervertía el pensamiento social. El rechazo tajante contra los golpistas, contra la violencia de los que marchan por la “paz”, ha sido, más allá de esta larga y extenuante coyuntura, una redención social de los que usualmente no tienen canales de expresión, de los que son redimidos al silencio por no apegarse a los discursos dominantes. Sin embargo en esta ocasión, las paredes han denunciado a los sectores dominantes con un arma eficaz que apela al intelecto: la ironía y el sentido del humor.



Los dibujos de Rafael Ferrari, en las que el “zar” de los medios aparece parodiado como un cerdo, evoca algo que señalara alguna vez J.M. Coetze, el genial escritor sudafricano con respecto a su sociedad; decía el Nobel de literatura, que ese país siempre había vivido no solamente bajo el yugo de los blancos frente a los negros sino además, bajo un tenso, pero jamás transgredido sentido de “respeto”, en el que los dominados nunca habían sido capaces de ridiculizar a los sectores dominantes. No había apodos para los blancos, decía Coetze, mientras a los negros no se les bajaba de monos, ni de animales. Pero cuando los sectores oprimidos se las ingeniaron para ridiculizar a los sectores de poder, comenzó la ruptura del discurso dominante y esa sociedad, que sin duda era más inamovible que la hondureña, se movió.



El caso es similar en Honduras; cuando se le encuentra una parodia asertiva a Ferrari o se le dice “franquista” al Cardenal Óscar Andrés Rodríguez, empiezan las ridiculizaciones y por ende, la ruptura con el discurso dominante. El ridículo es un arma, lo saben los grupos de poder que retuvieron por unas horas a Allan McDonald (el principal caricaturista del país), y lo comprenden perfectamente los consorcios económicos, que después de intensas “pintas” han comenzado a borrarlas de sus paredes.



Sin embargo, en el imaginario colectivo, las cosas no se borran con pintura, y las imágenes de un chino con un signo de dólar en la frente no se borrarán de la mente de la gente tan fácilmente (ni siquiera es necesario hablar de nombres); cualquiera que pase frente a las “pintas” donde aparece debajo de un “Renato traidor”, y vea la figura de un hombre “frentón” y con entradas profundas en la cabeza, no podrá evitar reírse –aunque sea un poco. El ridículo es una dosis contra la vanidad de los que se han sentido “divinos” y “lindos” desde el podio del poder, el maquillaje de las emisiones televisivas, la filantropía de las “Teletón” o el disfraz de los trajes impecables. Las pintas lo señalan con claridad: los golpistas están llenos de “defectos”; son obesos, son narizones, flacos como calaveras, son frentones, calvos, tienen la marca de la avaricia pintada en su frente.


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No se deben descontinuar estas muestras de expresión y es más, deben perfeccionarse. Hay talento suficiente en los artistas hondureños (que han estado en las marchas) como para seguir con la ironía y hacer de la ridiculización una consigna. ¿Quién no comprende el sentido de las cucarachas trepándose los edificios? ¿Quién no puede evocar una calavera caminando cuando piensa en Germán Leitzelar, por ejemplo?



La censura ha surtido efecto porque “las paredes han comenzado a hablar”, como dice una “pinta”. El pueblo hondureño tiende al sentido del humor y se ha comprendido bien durante las marchas comandadas por los opositores del Golpe de Estado. Por el otro lado, en las marchas de la derecha, ha quedado evidenciado el poco ingenio de sus protestantes, quienes, entre vivas al ejército y el “no fue Golpe”, han demostrado que sus alcances para crear significados y códigos asertivos son muy limitados.



La situación se agravará en los próximos días, no obstante, la ridiculización de los mentirosos, de los hipócritas, de los asesinos, de los golpistas, de las oligarquías, del bipartidismo, de los periodistas serviles, de los militares, ya es una tarea permanente que deberían imponerse los que han demostrado con su creatividad y talento, que son capaces de crear imágenes colectivas en la ciudadanía; ¿a qué más puede aspirar un artista? Ya lo demostró el inmortal Goya, cuando el poder se ridiculiza, cuando al opresor se le desnuda la faceta más estúpida de su personalidad o de su físico, el arte se vuelve inmortal y la percepción de una realidad determinada se hermana con eso que nos une a todos los seres humanos: la ironía, el sentido del humor.



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El siguiente artículo fue publicado en el periódico mexicano La Jornada. Un análisis sobre los escenarios posibles en Honduras.
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Golpistas, envalentonados; controlan los tres poderes y los medios de comunicación


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A nivel internacional, el golpe de Estado en Honduras está “abortado”; el repudio mundial y la ofensiva diplomática “son irreversibles”. Pero, advierte el periodista José Manuel Torres, internamente “les está funcionando. El gobierno de facto tiene el control de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y un dominio férreo de los medios de comunicación. También, hay que reconocerlo, a causa de la desinformación un sector de la población le responde a ellos”.


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Veterano del periodismo crítico hondureño y analista reconocido, Torres expresa en entrevista telefónica que “a juzgar por la forma como las fuerzas golpistas de Honduras están agitando el discurso del antichavismo para justificarse, como en el pasado esa misma clase política esgrimió el anticomunismo, lo que estamos viendo en Honduras estos días es el primer capítulo de la nueva guerra fría en la región”.


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Torres señala que desde las primeras horas del golpe de Estado las marchas y contramarchas en Tegucigalpa reflejaron la extrema polarización de la sociedad “no de ahora, sino como una condición que los políticos alentaron desde hace años. Y en este marco de sociedad dividida, el bloque de ultraderecha tiene la ventaja de contar con el respaldo de la alianza empresarial, mediática y militar”.


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Recuerda que la decisión de derrocar a Zelaya fue respaldada por los dos partidos mayoritarios, el Nacional y, significativamente, el Liberal, que decide derrocar a uno de los suyos. Torres describe a los partidos políticos hondureños como “caparazones carcomidos”. Cita, como ejemplo, las estadísticas de abstención que aumentan cada proceso electoral.


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Agrega que esta “crisis de orígenes múltiples” no puede verse en blanco y negro, y debe reconocerse que se gestó en un estado generalizado de irrespeto a las instituciones constitucionales y a la legalidad “del que el presidente depuesto Manuel Zelaya también fue partícipe. El golpe de Estado es reprobable desde todos los ángulos, pero eso no hace a Mel un gran demócrata”, sentencia.


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Como ejemplo de situaciones en las que la clase política actuaba fuera de la ley menciona a los dos principales candidatos a la presidencia para los comicios del 27 de noviembre, Porfirio Lobo, del PN, y el vicepresidente Elvin Santos, del PL. Ambos fueron ratificados por el tribunal electoral, aunque ambos estaban legalmente impedidos para contender.


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Además, hay que sumar la profundización de la brecha social, la riqueza cada vez más concentrada en grandes bloques, como el de los empresarios de la electricidad y los medios.


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Frente al insostenible deterioro económico, “hacia mediados del año pasado Zelaya tuvo la habilidad de percibir la necesidad de un cambio y empezó a virar su discurso, con un contenido más antioligárquico. Yo creo, sin embargo, que le faltó recorrer la enorme distancia entre las palabras y los hechos. Su acercamiento al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y a las políticas de la ALBA despertaron aquí a los viejos fantasmas anticomunistas de la derecha más recalcitrante. La fuerte reacción en su contra no fue tanto por sus acciones, sino por lo que decía, por el temor de lo que pudiera hacer”.


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Tres escenarios; todos negativos


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De ahí el maniqueísmo que domina el debate político y que precedió a la ruptura. De ahí, también, que en opinión de Torres la reinstalación de Zelaya no puede darse en las condiciones que prevalecían antes del 28 de junio “sino con una propuesta distinta”. El problema –reconoce– es que no hay quien la formule.


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El analista considera que el repudio internacional a la ruptura legal es “fundamental para reencauzar la institucionalidad”, pero critica el aislamiento. Medidas como el bloqueo comercial que impusieron los vecinos centroamericanos afecta a los sectores populares. “La gente en Honduras está hoy más pobre que nunca. Por primera vez no hay presupuesto de egresos e ingresos y las instituciones públicas no tienen ni para pagar el salario de los servidores públicos. Esta crisis hace avanzar el estado de calamidad social”.


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En su perspectiva, estos son los escenarios posibles para los próximos días:


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“Uno, que regrese Zelaya y se ejecute la orden de captura en su contra. En este momento ya están armados procesos para encarcelarlo y el gobierno de facto tiene de su lado al Poder Judicial. Su captura significará una imprevisible ola de violencia que con seguridad dejará un saldo trágico. Representa la consolidación de un régimen autoritario con abusos de poder.


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“Dos, que regrese y no lo capturen, por conveniencia política; pero que no se abra el espacio ni para su reinstalación en la presidencia ni para el reconocimiento de Roberto Micheletti. Las consecuencias serán las mismas: violencia.


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“Entiendo que el tercero de los escenarios sería una negociación entre las dos partes confrontadas antes del retorno del presidente. Pero no se ha dado ni un paso en este sentido”.


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–¿Hay indicios?


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–No. Por el contrario, el gobierno golpista está envalentonado.


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Hoy: 03/07/2009


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“Un fortalecimiento de las FF AA crea incertidumbre y temor en la población”: Hoffman Briceño.
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28 años tenía su padre cuando agentes del 3-16 lo mataron; ahora, con la misma edad, Hoffman Briceño marcha por las calles indignado por los abusos de poder de las autoridades hondureñas.

Veintiocho años tenía el economista y líder estudiantil Ramón Antonio Briceño cuando en 1990 fue detenido, torturado y asesinado por agentes del 3-16 (tropas de las Fuerzas Armadas que aplicaron la Doctrina de Seguridad Nacional). Pese al trabajo de organizaciones como el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras (COFADEH), su caso aún permanece impune.

“A mi padre lo mataron porque practicaba bastante lo que es la manifestación pública, él era una persona que no se quedaba callado”, comenta su hijo Hoffman Sadat Briceño.

Cinco gobiernos (también contabilizando el de Zelaya Rosales) –entre liberales y nacionalistas- han pasado en Honduras desde la ejecución de su padre, y en ninguno de ellos se ha encarcelado a los homicidas de este y otros asesinatos políticos perpetuados en la década de los ochenta e inicios de los noventa.

Veintiocho años tiene ahora su hijo Hoffman Briceño Flores. Siguiendo los pasos profesionales de su padre y su madre, cursa la carrera de economía en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

Como legado político y social de su padre, Hoffman también es un ciudadano que denuncia los abusos y atropellos del poder hacia los derechos humanos.

En plena marcha de resistencia en contra del Golpe de Estado, llevado a cabo el domingo pasado por los militares y el sector más conservador del país-, Hoffman Briceño declaró a El Inventario su preocupación ante el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas en Honduras.

El Inventario (EI): ¿Cuál es tu percepción de la resistencia hondureña ante este Golpe?


Hoffman Briceño (HB): Acá el pueblo hondureño está demostrando que queremos democracia y paz, pero no como la que pintan los políticos de turno, una paz y democracia pero sin Golpes de Estado. Estamos demostrando que nosotros sí queremos vivir en paz, en orden.
EI: ¿Cuál es tu opinión de que haya personas como Billy Joya fungiendo de asesores del gobierno de Micheletti?

HB: Él es asesor en materia de seguridad del actual gobierno, eso realmente es terrible. Estamos volviendo a la década de los ochenta, donde cientos de personas fueron víctimas de la represión militar, incluyendo mi padre, Ramón Antonio Briceño, que Dios lo tenga en paz, porque fue asesinado, en un homicidio político que acá no se ha querido hacer nada para resolver este tipo de casos. Realmente es preocupante, un fortalecimiento de las FF AA crea incertidumbre y temor en la población. Acá están reprimiendo, están esparciendo el temor.
EI: ¿Qué repercusiones conlleva un fortalecimiento de los militares dentro de la política hondureña?
HB: Esto es un retroceso de parte de esta construcción democrática que se inició hace 27 años, lo que pedimos es que este brazo armado disque del pueblo desaparezca. Las FF AA deben desaparecer, porque lo que hacen es confabularse con grupos fácticos para tomar el poder. Todo esto no lo hacen de gratis, estos favores políticos les hará más fuertes. Lo que hacen es retomar itaresun poco de su libertad, quieren liberarse para hacer lo que ellos quieran.
EI: ¿Qué panorama advertís de esta situación? ¿Se quebró el frágil sistema político hondureño?
HB: No quiero ser pesimista, pero se avecina una crisis aún más intensa dentro de la nación. Yo creo que acá van a haber muertos... me duele decirlo así, pero yo creo que así pasará. Tendrá que haber una intervención más directa de la comunidad internacional, porque así de simple no se detendrá.

Nueve años tenía este joven estudiante de economía cuando tropas de las FF AA desaparecieron a su padre...

Frente a nosotros se asoma un joven que porta una camiseta del Frente de Reforma Universitaria (FRU), misma organización estudiantil de la que fue dirigente Ramón Antonio Briceño. Las décadas han cambiado, la camiseta tiene una imagen del Ché Guevara por delante y a Mel Zelaya en sus espaldas. No obstante, aún y con estos cambios de simbolismos (y sin obviar que en esta misma marcha también se mezclaron seguidores y dirigentes del Partido Liberal que han visto históricamente con indiferencia las injusticias cometidas en el país), quedó en evidencia que todavía miles de jóvenes hondureños y hondureñas siguen expresando su indignación ante los abusos de poder de las autoridades nacionales.

Antes de seguir el paso de más de veinte mil personas que se dirigían a la sede de la OEA en Tegucigalpa, Hoffman Sadat aclara que él no está precisamente como partidario liberal de Manuel Zelaya, “yo estoy acá como ciudadano independiente, progresista, como estudiante, indignado ante la situación que se vive en mi país”.



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Hoy: 02/07/2009
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Editorial


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NO AL GOLPE DE ESTADO

En pleno ejercicio del derecho a la libertad de expresión, en El Inventario habíamos anticipado el gravísimo riesgo que para la sociedad hondureña entrañaba la amenaza golpista de la extrema derecha. Hoy ese golpe se ha consumado, con las Fuerzas Armadas en su tradicional papel represivo, pero con la excusa de que su presencia fue reclamada por los civiles, de uno u otro bando, quienes los cortejaban para ganarse su eventual apoyo.
El saldo de las irresponsabilidades acumuladas es claro: los militares de nuevo son figuras con poder. No hay tal de oficialistas “melistas” o, mucho menos, “chavistas”. Su obediencia y fidelidad es y será a la institución militar; a su ideología y altos mandos, no a los civiles o a la institucionalidad maltrecha y desprestigiada. No se sabe qué costo tendrá este paso para los esfuerzos que deberán intensificarse por una verdadera democracia ciudadana, pero de lo que no hay duda es que el daño está hecho.
Lo otro es Micheletti, la encarnación del político tradicional (27 años como diputado) y que se retrató de cuerpo entero en la huelga de los fiscales (¿se acuerdan?). Su ascensión presidencial es transitoria; puede que dure unos cuantos días o a saber cuánto, pero tras su figura hay un modelo de poder que cerró filas atemorizado no por los hechos de Mel (“qué daños les he hecho yo si en mi gobierno han tenido buenos negocios) sino por su discurso (que consideraban cada vez más chavista) y vinculación al movimiento popular (agrupada sobre todo alrededor del Alba). El 95% de los discursos de esa ultraderecha es para condenar a Chávez; lo ven como causante de todos los males de Honduras. Es el “enemigo” que les permite unirse sin asumir ninguna responsabilidad en la extrema desigualdad social y económica que nos consume como nación.
Sí en los años 80 Centroamérica fue el último escenario de la “guerra fría mundial”, ahora nuestro país parece ser el primer escenario de la nueva “guerra fría latinoamericana”, y por eso oponerse al golpe es evitar que vuelvan los terribles tiempos de la represión, de la censura, de la intimidación, de las escuchas telefónicas, de la tortura o del paramilitarismo.
En El Inventario estamos conscientes que no es fácil en este período tan convulso hablar de razones, de citar a Honduras como nuestra prioridad y de señalar que en esta crisis hace falta una propuesta nacional que desde la ciudadanía diga cuál debe ser el rumbo del país. En eso seguiremos insistiendo, pero para que no haya dudas de nuestra posición, la reiteramos: rechazamos al golpismo, estamos contra el militarismo represivo, nos oponemos al bipartidismo corrupto y oportunista, y estamos a favor de una democracia real y participativa. Quizá no sea mucho lo que podamos hacer, pero lo poco que podamos lo invertiremos en apoyar y reclamar nuevos liderazgos colectivos, propuestas honestas y una sociedad capaz de darle vuelta a esta tragedia.


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Testimonio de una ciudadana que presenció el desalojo militar de las protestas frente a Casa Presidencial
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Entre la indiferencia y la represión


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Son muchas las cosas que puedo contar desde que temprano en la mañana del domingo mi mamá tocó la puerta de mi cuarto avisándome que habían arrestado el presidente, sin embargo, esta vez me concentraré en un hecho que nunca había vivido en mis 27 años de edad: la represión. Al inicio, no tenía ni idea, ni conciencia de lo que un Golpe de Estado significaba, ya que soy “hija de la generación de la democracia”, por lo que todo esto es algo completamente nuevo para mí. A pesar de los cortes de luz, ruido intimidatorio de los aviones, las noticias y especulaciones del domingo, llegamos a un lunes en el cual el presidente de facto, Roberto Michelleti, decretó que todo seguiría en la “normalidad” y en el contexto de esta supuesta “normalidad”, me aprestaba el lunes a ir a una diligencia de trabajo, pero al llegar a la altura del Hotel Clarion, en donde me encontraría con mi mamá, fue en ese momento en donde viví en carne propia, los resultados de esta “Defensa de la Democracia” que la derecha argumenta. Las calles alrededor del hotel, estaban cerradas porque los elementos policiales y del ejercito trataban de disolver la protesta que se encontraba en los alrededores de Casa Presidencial. El taxi me dejó hasta cierto punto y mientras caminábamos con mi hermanito, íbamos observando todos los movimientos que acontecían; sobrevolaban los helicópteros, las tropas corrían de un lado a otro, se dispersaban, se organizaban, la confusión en cuanto al tránsito de personas y de automóviles se intensificaba, había ruidos por doquier. En las afueras del Hotel se encontraban alrededor siete empleados del mismo, que acordonaban la entrada del edificio. Alguna gente se había detenido enfrente de allí. De repente la cosa se puso tensa en las calles, corrían los aludes de gente, se escuchaban los disparos, unas muchachas venían huyendo y trataron de socorrerse en el espacio que se encuentra en la entrada del Hotel, pero los siete “guardianes” no las dejaron ingresar, las ahuyentaron y dijeron que solamente los huéspedes podían entrar; fueron groseros al correrlas en medio del caos, una señora los regañó diciéndoles que fueran solidarios con el pueblo, que ella los habría dejado entrar en su casa si ellos se encontraran en necesidad. Luego un muchacho apareció corriendo y gritando, estaba desesperado debido a la acción del gas lacrimógeno en su rostro y pedía agua; les pedimos a los empleados del hotel que nos la proporcionaron pero no reaccionaron, al final una señora agarró una bolsa de agua que tenía y se la echó en la cara. Minutos después, la situación empeoró, más disparos, gente corriendo, los policías siguiéndolos. Los empleados del hotel se metieron en el mismo y cerraron las puertas; un grupo como de doce personas quedamos atrapados en el espacio de la entrada del Hotel Clarion y su estacionamiento de enfrente. Un grupo de soldados pasó y comenzó a intimidarnos, amenazándonos con sus armas, nos dijeron que entráramos al hotel, les dijimos que no nos dejaban, luego nos dijeron que nos daban oportunidad para irnos –siempre con tono amenazante-, les dijimos que no se podía por toda la situación, nos amenazaban con tirarnos el gas lacrimógeno, al final nos decían que nos hincáramos en el lugar, es así que entre un cruce de discusiones, alegatos, intimidación, mujeres y hombres valientes negando aceptar humillarse. Al final se fueron y nos dejaron tranquilos debido a la presencia de medios internacionales. Varias cosas me impresionaron de este episodio, el valor y coraje de muchas mujeres, la falta de solidaridad e indiferencia de los empleados del hotel, que prefieren morir cuidando un hotel que no les pertenece, en lugar de solidarizarse con el pueblo, con sus raíces; claro está, el gerente del hotel era el más desconsiderado. Claro, siempre hay sus excepciones a la regla, un par de ellos fueron amables, nos regalaron hielo y agua, para aliviar un poco el dolor moral y hasta físico de toda esta situación. Las cosas se calmaron un poco y minutos después un grupo de cinco Cobras, caminando con un aire amenazante, se acercaron a uno de los vigilantes del hotel, después entraron y preguntaron algo, para salir y llevarse arrestado a Guillermo Jiménez, dirigente del Partido Unificación Democrática, que se encontraba sentado en la acera del hotel, y a su hijo, que opuso cierta resistencia al ver que se llevaban a su padre. Los agarraron sin razón alguna, afortunadamente pronto los soltaron. Sentí que literalmente me quedé atrapada entre varios intereses; por un lado, bajo las políticas de la empresa privada, que mandaba a sus empleados a defender fieramente el recinto, por otra parte, acorralada por unas Fuerzas Armadas represivas, envalentonadas por el poder que les brindan sus armas y acompañada por un grupo reducido de ciudadanos (que no nos dejamos humillar) que por el caos de la situación, quedamos atrapados en ese local.
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